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Bailó sin parar en fiesta del barrio, después murió quemado, ¿de quién se trata?
En vía de la parroquia La Unión, un accidente de tránsito entre dos conductores de motocicletas dejó un fallecido
Ronal Armando Perea rumbeaba como si no hubiera un mañana. En medio del bullicio que envolvía la pista de baile del pueblo, su risa resonaba. El cierre de las festividades en la comunidad El Silencio, de la parroquia La Unión, en Quinindé, Esmeraldas, reunió a todos, pero Ronal era el que más se entregaba a la música, como si supiera que esta sería su última vez.
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Los parlantes vibraban con las salsas, merengues y cumbias, pero fue al ritmo de ‘La vida es un carnaval’, de Celia Cruz, que Ronal decidió dar sus últimos pasos en la pista. Al finalizar esta canción, una oda a la alegría y al optimismo, él se despidió. Con los brazos alzados y amplia sonrisa, dijo adiós a sus amigos.
Eran cerca de las dos de la madrugada cuando Ronal decidió que era hora de irse. Subió a su moto, la arrancó y, mientras la música aún retumbaba en el ambiente, tomó la carretera que lo llevaría de regreso a casa.
ACCIDENTE DE TRÁNSITO
A pocos kilómetros del pueblo, la vía que conecta la parroquia La Unión con el recinto El Silencio, se volvió un escenario de horror. La moto de Ronal se encontró de frente con otra que venía en dirección opuesta.
El impacto fue brutal. El silencio de la madrugada fue roto por el estruendo del choque y los gritos de auxilio. Los dos conductores cayeron en la carretera, pero el destino de Ronal fue el más trágico.
Un conductor que iba detrás quedó paralizado por el fuerte impacto y vio cómo la moto del rumbero comenzó a incendiarse.
Las llamas en la motocicleta crecieron con rapidez, alimentadas por el combustible que se derramaba en el pavimento. Ronal, inconsciente y atrapado, no tuvo ninguna posibilidad de escapar. Su cuerpo, envuelto en fuego, se convirtió en una antorcha en la carretera.
“No puedo creerlo... Hace unas horas estábamos riendo, bailando y ahora Ronal ya no está. Él siempre fue el alma de la fiesta, el que nunca dejaba que nadie se quede sentado”, aseguró Miguel Alcívar, amigo de la víctima.
La noticia se propagó rápidamente por la comunidad, dejando una estela de dolor y conmoción. Nadie podía creer que el hombre, que horas antes había bailado con tanta vida, ahora estaba muerto, quemado en la vía.
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