Las propuestas electorales que derivaron más bien en memes y burlas, luego del debate presidencial, quedaron ya para el recuerdo. Ayer, en una fiesta de la democracia, el pueblo se manifestó en las urnas, con la certeza y la esperanza de encontrar por fin un Gobierno que gobierne de verdad.

En medio de la violencia criminal que obligó a varios de los aspirantes a la Presidencia a usar chalecos antibalas y redoblar sus esquemas de seguridad, 13 millones de ecuatorianos salieron a las calles ‘desnudos’ de una protección adicional a sufragar. Solos o en familia trataron de vencer el miedo abrigados por la esperanza. Como lo dijo una mujer que salió desde su casa en el bloque 1 de Paraíso de la Flor, una de las zonas más conflictivas de Guayaquil, fueron solo “con la bendición de Dios”.

Al final del día, de los ocho candidatos, uno de ellos que no tuvo tiempo de promocionarse y cuyo rostro ni siquiera apareció en las papeletas, los ecuatorianos escogieron a quienes creen pueden cambiar el país. En esta segunda vuelta la gente no quiere más promesas vagas, palabrería sin sentido ni insultos. Los dos que quedan en lid deben poner sobre la mesa el qué harán y cómo lo harán. Sean claros, pues apenas tendrán un año y medio para gobernar, así que no mientan al país y digan, en realidad, qué pueden hacer en tan corto tiempo. Es hora de ver quién es quién.