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Juan Tapia (centro y de pie) hace el agradecimiento a Dios antes de recibir los homenajes como los nuevos campeones.ALEX LIMA

Fútbol barrial en Guayaquil: Donde la pasión se define en penales

La final tuvo desde hinchas con campanas y vuvuzelas hasta una oración de Col 35 para celebrar el campeonato

Puede que sea uno de los últimos campeonatos que se juega en cancha de tierra. Sí, de esa donde al pelotear se levanta polvo y donde huele a naturaleza, porque de un costado está el manglar. Así se jugaba hasta 1994, antes de que llegara el boom de las canchas sintéticas.

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Es el escenario de la Liga Barrial Jardines del Salado, de la misma ciudadela de Guayaquil, donde todavía se juega a la antigua, y eso, para muchos, es ‘súper bacán’. Es la final del sub 40. Los laterales y los ‘palcos’ hechos de caña están a reventar.

Algunos fanáticos hacen un Facebook Live, es una final, tiene que ser vista por los amigos. Gran Colombia es el actual campeón y juega ante Col 35 (Colombia y la 35 ava). Una final repetida. La anterior, Gran Colombia la ganó; esta es la revancha parea los de Col 35, que llegan a la cancha llenos de fe. Tres veces se les ha escapado la gloria deportiva, “esta vez no”, se dicen a ellos mismos. Esta vez no.

Un verdadero show con pinta de LigaPro

En una cancha de tierra como en los años 90, se jugó la final de la liga barrial Jardines del Salado. Col 35 es el nuevo campeón sub 40.ALEX LIMA

El sol aparece y hace su show. El sudor comienza a dominar los cuerpos desde que empiezan a tocar la pelota. Jugar en cancha de tierra tiene sus ventajas; el sol no rebota como en las sintéticas o como en el cemento, que al final se convierten en un horno.

Una de las camisetas de Col 35 dice La Nigua, original apodo del jugador José Enrique Montenegro Véliz, quien al final será el hombre del partido.

La Nigua convierte el primer gol y todo es felicidad, pero minutos después Gran Colombia empata. La idea de que la historia se repetirá y que Col 35 no ha nacido para ser campeón sub 40 ronda la cancha. Hay nervios de lado y lado.

De rodillas, Federico Arcos agradece a Dios por ser campeón.ALEX LIMA

Se juegan 40 minutos, 20 en cada tiempo. El sol pega tan fuerte que la idea de ir a los alargue para definir al campeón se descarta. Se van directo a los penales. Los arqueros Oswaldo Mora, de Col 35, y José Quiñónez, de Gran Colombia, tienen la responsabilidad en sus manos.

Mientras tanto, José Moreira, presidente de la Liga Jardines del Salado, muestra el trofeo de dos metros de alto y acomoda las medallas sobre la mesa directiva.

Y luego de varias finales disputadas, esta vez la gloria deportiva se pone del lado de Col 35, que convierte los cinco penales, el último lo hace José Montenegro, La Nigua; Gran Colombia falla uno.

Las finales de los barriales son verdaderas fiestas del deporte amateur, donde los padres de familia, primos, hermanos y amigos se visten de cracks.ALEX LIMA

¿Y el festejo? Lo que hace Col 35 antes de dar la vuelta olímpica y recibir trofeos, medallas y los $ 600 del premio económico es algo que poco se ve.

El jugador Juan Tapia reúne a todos los integrantes en la cancha y comienza a orar. Las lágrimas empiezan a rodar y se confunden con el sudor: “Damos gracias, Dios, porque al fin se rompió esa cadena que nos tenía sin ser campeones; gracias, Dios, por esto. La gloria es tuya”.

Todos los jugadores se quedan orando por un rato. Luego viene el festejo; Tapia les dice a los ‘muchachos’ que era hora de celebrar, porque durante varios años la felicidad les había sido esquiva en la cancha.

Dirigentes de varias ligas barriales junto a José Moreira de la Jardines del Salado con los gigantes trofeos.Cortesía

Danny Urriola Rivera, el presidente de Col 35, abraza a sus jugadores. La tierra se queda con sus lágrimas. Las medallas son colgadas en sus cuellos y varios jugadores las entregan a sus seres queridos: sus hijos, sus esposas, sus madres.

Es el fútbol amateur que se juega en canchas de tierra, como en los 90.

Ahora un torneo sub 50

El sub 40 es historia; ahora han comenzado a jugar en la categoría sub 50 en esta misma cancha, y todavía hay inscripciones abiertas en un torneo donde llegan los excracks que todavía mueven la pelota.

¡JUANITA Y DIANA, LAS ‘DURAS’ DE LA CAMPANA Y LA VUVUZELA!

El alma del fútbol barrial se siente cuando la hinchada se hace notar. La final en la Liga Barrial Jardines del Salado tuvo una gran afluencia de aficionados, pero hay dos que merecen medallas de oro: Juanita y Diana. Ellas apoyaron con tanto fervor que su aliento se sentía como si se estuviera en el Monumental, que no estaba lejos de donde ellas se encontraban.

Juanita Solís y su campana con la que hace bulla todo el partido.ALEX LIMA

Juanita Solís, hincha de Barcelona, es la imparable campanera del equipo Gran Colombia. No le gusta estar sentada; se mueve de un lado a otro de la cancha, sin parar de hacer ruido.

Es la dueña de una campana de metal: “Hay que apoyar al equipo, y qué mejor que haciendo bulla para crear un ambiente de fiesta. Eso es lo que me gusta”, dice doña Juanita. Y aunque su equipo esta vez perdió la final, se sentía orgullosa de los chicos. Ella también sudó la camiseta y fue el alma de la barra.

Por su parte, el sonido de la vuvuzela, el instrumento que se puso de moda en el Mundial de Sudáfrica 2010, resonaba con fuerza gracias a Diana España, hincha y esposa del jugador Carlos Porozo.

Diana España, del equipo Gran Colombia, le puso ritmo a la final.ALEX LIMA

“Hay que hacer ruido de la mejor manera para que los chicos se sientan respaldados, y qué mejor que con esta vuvuzela”, comenta Diana.

Las dos mujeres marcaron el ritmo a un costado de la cancha de tierra, que evoca los años 90. Allí, la pasión de las barras se puso “a nivel mundial”.

“¡Que suene mi campana y que se escuche hasta el Monumental!”, exclamó doña Juanita, la incansable campanera, mientras daba rienda suelta a tremendo ruido.

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