Historias de la vida real de nuestro fútbol.Archivo

¡Pensaban que era boutique!

No hay nada oculto en la carrera de un jugador de fútbol

Mi marido siempre ha sido un hombre ejemplar, no tengo quejas de él. Ahora es periodista deportivo y muy correcto, como cuando era futbolista.

Pero lo que nunca le perdonaré es lo metida que era su familia, menos mi suegra, ella era un alma de Dios.

Y no es que sea fijada, pero lo que me pasó durante 10 años fue de horror.

Resulta que mi flaquito, debido a que era un buen jugador, sus hermanos, cuñados, sobrinos y hasta exvecinos pensaban que tenía la obligación de regalarles las camisetas, uniformes y chompas a ellos.

El primer año, en un equipo profesional, fue durísimo. No le pedían, sino que le exigían que les regalen esas camisetas; la verdad que eso hizo con sus dos hermanos, pero lo que se vino después fue de llorar.

Él se sentía con pena y comenzó a mentir para regalar esas prendas. Resulta que empezó a ‘tomarlas prestaditas’, mejor dicho a robarse las camisetas de sus compañeros para quedar bien con la familia y los amigos.

Y, por último, hasta las compraba para obsequiarlas.

Esto fue un verdadero problema, gastó mucha plata por quedar bien. Hubo varias peleas, pero la más fuerte se dio cuando en un año, sacándole cuentas, regaló 32 camisetas, toda una locura.

Los años han pasado, no estamos mal económicamente, pero tampoco es que el billete abunda.

Esos que recibieron tantas camisetas durante largos años ahora ni saludan. Mi marido pasó de moda y como los regalos terminaron, no te conozco.

Él me dice que soy la culpable por estar controlando lo que hace, pero no es así, porque sabía que su sueldo era bueno, pero no tanto.