Que lo amé, sí, lo amé. Ha pasado el tiempo y veo que ese amor me marcó. Mi familia se ríe y dice que lo que me marcó fueron los lujos. Pero no, en verdad lo amé.

Ahora solo lo veo en fotos y no creo que esa cara angelical, esos ojitos y ese peinado escondan a un “pegón”. Sí, porque eso era. Aquel día que me levantó la mano por segunda vez dije ‘hasta aquí nomás’, y volví a mi vida. Hoy no tengo ni la mega camioneta ni vivo encerrada, volví a ser libre.

Me llamó y se lamentó por haberme alzado la mano, no sabía qué le pasó. Pero eso es cosa del pasado.

Todo comenzó en aquella entrevista, cuando era periodista. Claro que se notaba inmaduro, se creía famoso antes de hora, pero eso se le ‘perdonaba’, así pasa cuando uno se enamora. Le decía “mi Cristiano criollo”.

Ahora creo que sus rabietas de niño malcriado eran porque los años se le estaban pasando y el contrato con Europa no llegaba. Y no es que sea mala gente, pero eso no iba a llegar.

Tengo la culpa de todo. Cuando me dijo que deje las redes sociales, a mis amigos y hasta unos primos, que no conteste a mis fans, era que lo frene. Ya cuando me tenía encerrada en el departamento era tarde, pensé que era la ‘factura’ que debía pagar por amarlo.

Me costó dejarlo, no lo niego, pero mejor que él le siga pegando a la pelota.

Retomé mi carrera de comunicación social. El corazón demoró en sanar, pasaron los años y él nunca se fue a Europa. Este año el muy bandido me mandó a dejar la camiseta de su equipo, pero se la devolví. Ya lo pasado es pasado, aunque él dice que me sigue amando.

Ya es tarde, ahora he vuelto a mi vida. Soy libre.