Corrían mediados del año 2005. Lola Curi cursaba estudios interdisciplinarios en salud en la Rural de Enfermería. Tenía 46 años y una vida bastante tranquila, pero una noche esa tranquilidad se convirtió en llanto, luego de un sueño religioso en el que, asegura, Dios habló con ella.

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Hoy, esta guayaquileña recuerda aquel sueño entre lágrimas, pues la emoción que recuerda haber sentido fue grande. “Una noche yo me vi en medio de muchas personas. Estaba en un campo donde todo era alegría, se veían flores, estaba mi papá, mi mamá, mis hijos, y toda mi familia”, rememora Curi.

Recuerda cada detalle de ese sueño, pues menciona que era de día en un campo grandísimo, lleno de césped y vegetación y lo describió como “estar en el paraíso”. “Era lindo, yo no he visto nada como eso nunca”, dice.

Hasta ese punto, el sueño fue relajante para ella, hasta que fue interrumpido por una “muy suave voz”, que habló desde el fondo de la multitud en la que estaba y le dijo: “Anda y predica el evangelio”.

Sin embargo, Lola dudaba de su capacidad para cumplir con este llamado. “¿Cómo voy a predicarlo si no lo sé?”, le preguntó a aquella voz, pues se sentía incapaz de hablar en público, de compartir su fe con otros, y el temor la paralizaba. “Él solo me repitió ‘anda y predica el evangelio’”, relató.

Tras ese episodio, la señora asegura que se despertó abruptamente llorando, de tal forma que no había consuelo alguno para ella pues contó a EXTRA que era algo que jamás había sentido.

En el 2010, Curi tuvo otro sueño especial, pero trágico. Ella ya ejercía su profesión como enfermera y recuerda que laboraba en un cuarto piso en un hospital del Puerto Principal. Lola se acuerda que había tomado una breve siesta en una tarde mientras estaba en su hora de descanso.

Bajo la profundidad de los ‘brazos de Morfeo’, la mujer empezó a visualizar -en su sueño- un arrasador torbellino que abría la Tierra. “Veo cómo eso se agranda, y veo que toda la parte del Guasmo desaparece y se hunde. Me levanté asustada y lo primero que hice fue mirar afuera a ver si todo era real”, recapitula.

Una compañera evangélica notó su reacción y la alentó a orar en ese momento, renunciando a esos malos presagios y pidiéndole a Dios que evitara que ocurrieran esas cosas.

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Los años pasaron y Lola, lejos de olvidar su llamado, lo mantuvo en su corazón y se dedicó a profundizar en su fe, mientras estudiaba la Biblia y buscaba la guía del Señor en oración. “Así como Dios me habló, yo sé que él me va a decir cómo tengo que predicar”, reflexionó la mujer, y agregó que desde ahí ha aconsejado a muchas personas que pasaban por momentos difíciles y los encomendó a Cristo.

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