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Con todo respeto, Óscar Guzmán te coloca el hueso en el Centenario
Óscar Guzmán tiene su ‘consultorio’ en la vereda del reconocido parque guayaquileño. Las sexoservidoras se atienden con él.
Por sus conocimientos en quiropráctica, a Óscar Guzmán Intriago lo llaman ‘doctor’. Su éxito es ahorrarse un billete en arriendo con el ‘consultorio’ al aire libre que tiene fuera del parque Centenario, centro de Guayaquil. Es tan conocido que hasta las trabajadoras sexuales de la zona van para que las deje ‘papelito’ de sus achaques musculares.
Durante 18 de sus 60 años se ha dedicado a esa actividad, y desde hace un año y medio ‘camella’ en aquella zona céntrica de la urbe. Sitio que vendría a ser como la primera fila para ver la vida de muchos y devolverles algo de vida a otros que adoloridos le piden una sobadita.
Lo jodido del sector es la competencia. Óscar no es el único. En su contorno de rejas, el Centenario acoge a varios masajistas que andan a la caza de posibles clientes.
El quiropráctico, de 60 años, dice que, al final, el usuario es el que escoge con quién atenderse. Y si recibe un buen trato, siempre regresará.
“Para mí lo primordial es la educación. Yo siempre les hablo con respeto porque espero que ellos lo tengan conmigo”, comenta, con una serenidad propia de quien está convencido de sí mismo.
Es cordial con todos. Aclara que no mete ‘cuento’ al notar el aprecio con el que lo saludan quienes trabajan cerca y se acostumbraron a verlo ahí, en una silla, entre los ungüentos, cremas y pomadas que exhibe en bancos plásticos, también usados de asientos por la clientela.
LAS CHICAS TAMBIÉN SE ATIENDEN
Las trabajadoras sexuales que pernoctan por los alrededores del parque son parte de quienes le pasan dando los buenos días. A veces se sientan a conversar con él. Esos minutos se convierten en un escape a lo dura que puede estar la jornada, o a lo ‘turro’ que puede ir el negocio de cada quien.
Ellas también son víctimas de la tensión y piden ansiosas su masaje, convirtiéndose en amigas y usuarias a la vez.
Pero a Óscar también le ha tocado lidiar con unas que se portan un tanto altaneras, solicitando de mala forma el servicio. Por eso él les ha tenido que bajar los ‘humos’.
En su trabajo, Óscar se adapta al tipo de persona que debe atender. Hay hombres que no sienten vergüenza y sin ‘paro’ se quitan la camisa para que les acomoden los huesos. No se intimidan ni porque están en plena calle y pueden verlos.
Asimismo, hay quienes no tienen la misma soltura y no quieren que los observen. Entonces hay que buscar la forma de hacerles la sesión levantándoles ligeramente la ropa, con tino y paciencia.
Con las mujeres el proceso es más delicado. Pero el ‘doc’ ya le cogió el golpe. Sabe cómo hacer sus movimientos con las manos sin que ellas se quiten la blusa, e incluso parte de su rutina la hace por encima de la ropa, para que sea más cómodo para ellas.
Con esa dedicada atención, Óscar desliza sus manos en pieles ajenas, esperando que el destino también resulte atento y le espante la ‘chirez’ del bolsillo.
IBA A LOS HOSPITALES
Desde joven, a Óscar le entró la curiosidad por aprender sobre el cuerpo humano y buscó la manera de ingresar a morgues y hospitales para que los profesionales le indiquen todo sobre los músculos y nervios.
“Al principio me asombraba ver los cadáveres, pero luego me fui acostumbrando”, cuenta.
Después empezó a trabajar en una fundación donde ejercía su oficio de quiropráctico, hasta que la institución cerró sus puertas y fue entonces cuando decidió probar suerte en los exteriores del Centenario, pues no tenía el dinero suficiente para alquilar un local.