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Una volada desde las cuerdas para tratar de poner fin a una pelea, durante un evento pasado en Guayaquil.Cortesía

La lucha libre, ese mundo donde muchos sacan su 'otro yo'

Un profesor, una cantante, un maestro fierrero y otros profesionales cuentan cómo se transforman cuando pisan el ring. Ahí se muestran fieros y rudos.

En su día a día, Jhonatan Gómez se enfrenta al bullicio de sus alumnos. Qué ‘pelea’ que le dan. Es una lucha libre intelectual. Su ‘ring’ es el aula del quinto año de educación básica de la Unidad Educativa San Antonio, en la ciudad de Milagro. A veces se siente vencido, pero sabe que su deber no es solo enseñarles, sino educarlos. Por eso saca fuerzas de donde sea.

Pero después de clases, este profesor, de 31 años, es otro. Se transforma. Se vuelve una fiera intratable. Frentea con quién sea. Le dan duro, lo estropean, cae y se levanta. Ya no es más Jhonatan, es Jhonny Hit. Y su pelea ahora es sobre un ring de verdad, con luchadores reales.
Sus alumnos, que lo siguen en redes sociales, son sus mayores fans. “¡Buena, profe! A ganar”, le dicen cada que le toca una lucha.

Esta es su otra vida. Su pasión. La misma que, por esas casualidades del destino, obliga a que cuando Gilda Benítez se presenta a sus eventos de modelaje, desfiles de lencería o body paint, apuradita deba maquillarse. No solo en su rostro, sino casi siempre en sus brazos, su abdomen y hasta sus piernas. Es necesario ocultar los moretones por los golpes que recibe. Aunque ya ella está acostumbrada. “Y hasta me gusta”, dice con franqueza.

Las mujeres también 'se dan duro' en el cuadrilátero de Agresores Inc, en Guayaquil.Cortesía

A sus 34 años, Gía, como le llaman sobre la lona, está ‘felizota’ con ser parte de la lucha libre y de expandir este deporte en Guayaquil. “Es que, en serio, esto es increíble”, dice, al precisar que para seguir en la lucha “se necesitan ganas y que a uno de verdad le guste que la estropeen (risas)”. Recuerda que ha llevado a varias amigas a entrenar y al día siguiente “amanecen apaleadas y no regresan”.

Coincide con este pensamiento Dragón Latino, un maestro fierrero que en su día a día, para llevar la ‘papa’ a su casa, se ‘faja’ en la construcción.

Luchador desde hace casi 18 años, Santiago Gómez, su nombre real, soñó siempre con estar en un ring. Las películas de Santo (el Enmascarado de plata), Blue Demon, Máscara Negra y otros luchadores de la vieja guardia mexicana fueron su inspiración. “Me gusta estropear y que me estropeen”, confiesa con una sonrisa.

Alguien que ejemplifica esta ‘transformación’ con fuerza es Santana. Así nada más. Bajo una máscara negra con blanco oculta su rostro.

Asistente operativo en una empresa y estudiante de desarrollo de software, nadie en su círculo social sabe que practica lucha libre. “Son mundos muy separados. Cuando me pongo la máscara es una transformación hacia un nuevo yo, en actitudes y acción. Ahí aparece el luchador rudo, pero con tecnicismo de la lucha clásica”, explica Santana sobre su cambio cuando llega y se sube al ring desde donde se da impulso a este deporte-espectáculo en el Puerto Principal.

Y quién mejor para describir esa rudeza sino Jeffrey Hidalgo, quien hace unos 3 años debutó en el cuadrilátero como Jeffrey Blaze, precisamente ante Santana. “Fue una paliza. Mis amigos y mi hermana que habían asistido a ver el espectáculo grabaron todo y se quedaron sorprendidos de ver cómo me estropeaban. Después me dijeron: ‘Te masacraron’. Pero igual estaban felices”, recuerda con una sonrisa el joven de 18 años, estudiante de economía y quien trabaja como ejecutivo de cobranzas.

Sin embargo, para él este es un sueño cumplido. “De ‘peladito’ me gustaba esto. Le rompí varias camas a mi mamá y le dañé un peluche grande a mi hermana por andar jugando a la lucha”, cuenta como anécdota.

Dragón Latino, en una espectacular volada para someter a su rival.Cortesía

Como todos ellos, Andreína Riofrío, de 29 años y más conocida como Lady Ruth, tiene también una relación de amor con el ring. Dueña de un gimnasio, está acostumbrada al deporte y a ‘sacarse la madre’, pero tiene muy claro el concepto de que la lucha libre es otra cosa. “Hay que estar conscientes de que si te metes en esto lo que vas a recibir son golpes. Necesitarás ganas para estar ahí, es algo muy rudo, para nada fácil”, advierte.

Al final, mundos diversos que convergen en uno solo: la lucha libre. El gusto por estropear y que lo estropeen. La adrenalina. La transformación en un nuevo yo... el otro yo sobre el ring.

Una llave bien ejecutada puede poner fin a una pelea.Cortesía

¿Qué dicen padres y esposas?

Sobre el ring, aunque muchos creen que los golpes son ‘pura lámpara’ y nada más que show, pero la verdad es que los luchadores salen bien estropeados.

“Hay que practicar para saber caer y golpear. Eso requiere de mucho entrenamiento. Los golpes en el cuadrilátero son de verdad, por eso hay que aprender a recibirlos y a darlos”, explica Israel Bedón, propietario de Agresores Inc -la empresa que promociona esta actividad- y también luchador: Maximus Destroyer, en el ring.

Por eso mismo, la mayoría de padres, esposas o parejas de los luchadores no acuden a verlos. En casi todos los casos han terminado por aceptar y consentir su práctica, pero “ver que le den una paliza a tu hijo no es fácil, por eso no vienen”, asegura Cristian Narea, socio de la empresa.

“En una ocasión mi mamá vino a verme y fue un sabor amargo para ella observar el castigo que me daban, aunque también golpeaba”, recuerda Santana al respecto.

Anoche, con el fin de difundir su trabajo y dar a conocer más de esta actividad, Agresores Inc presentó un documental de una hora sobre la lucha libre en Guayaquil.

Un deporte de riesgos

Y cómo no esperar que sus familiares teman, si hasta en prácticas y en la misma lucha se han fracturado, como le ocurrió a Dragón Latino que se fracturó la clavícula y tuvo un proceso de recuperación de casi 7 meses, o Ledy Ruth, que en un entrenamiento se dislocó el hombro.