Para los niños de la comuna Petrillo, del cantón Nobol, ubicado en las afueras de Guayaquil, la lluvia es la oportunidad perfecta para jugar y disfrutar las tardes de vacaciones escolares.

En medio de la maleza crecida de un parque dos pequeños se dan un chapuzón en un gran charco de agua que se había formado luego de la fuerte lluvia de la tarde. Brincando, haciendo ‘clavados’, pero sin preocuparse como sus padres, enfatiza una de las residentes del barrio Primavera, ubicado al pie de la vía a Daule, vía que atraviesa la comuna. 

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Mientras que para los niños las precipitaciones representan la diversión, para los adultos del sector esto es un sinónimo de enfermedades, gastos y daños. Cada invierno, según cuenta Souanny, los aguaceros los obligan a buscar alternativas para las inundaciones, pues el agua puede subir más de 60 centímetros en tan solo unos pocos minutos. 

“Cuando esto sucede, no hay cómo salir de las viviendas. Estamos obligados a hacerlo por las diferentes ocupaciones de cada familia, pero es todo un trámite tener que, incluso, solo ir a comprar a la carretera”, menciona. Ella, por su parte, toma precauciones y sale con mucho tiempo de anticipación para llegar a su lugar de labores en Guayaquil. 

Sin embargo, no es la única que le ‘mete’ esfuerzo, pues Fabián, otro de los vecinos, prefiere trabajar en medio de la lluvia para evacuar de manera más eficiente el agua estancada.

Durante la visita de EXTRA a Petrillo, el hombre que ha residido en el lugar desde hace más de 20 años está recogiendo con una pala de metal y una escoba el lodo para ubicarlo de manera estratégica de manera que un fuerte proteja su domicilio.

“Algo hay que hacer, no nos podemos quedar de brazos cruzados”, dice. Él cuenta que en horas de la mañana de ese jueves, personal del Gobierno Autónomo Descentralizado (GAD) de Nobol llegó al sitio para “aplanar” las calles de tierra; sin embargo, acorde a sus palabras, hicieron mal el trabajo pues poco después de las 17:00, cuando empezó a llover, ellos se perjudicaron.

En cambio, Mariana Márquez, también habitante de Petrillo, resalta que en su cuadra, una de las más afectadas, el alto nivel de agua los mantiene en constante alerta. “Los electrodomésticos se dañan, los niños se enferman; ya no sabemos en qué otro banco subir los muebles o los aparatos eléctricos”, refiere.

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La mujer asegura que en su caso el televisor se ha quemado y no ha pensado en arreglarlo pues conoce que los perjuicios se pueden repetir al continuar la época de lluvias en el país. Pero, lo desesperante -en sus palabras- es la situación de salud de su nieto, un recién nacido. “El agua de las lluvias se mezcla con las aguas servidas y eso causa todo tipo de enfermedades: desde respiratorias hasta de la piel porque les toca caminar o al menos algo tocar del agua sucia”.

Mariana además menciona que durante los días de clases, los niños uniformados y listos para iniciar sus jornadas de estudios deben mojarse los pies en el agua y llevar zapatos para cambiarse al llegar a la autopista principal, la vía a Daule. 

La mujer se atreve a decir que no entiende cómo realizan los trabajos de adecuaciones o regeneración si continúan presentando fallas los sistemas de agua. “Algunas de las vías se encuentran adoquinadas y todos los años se inundan. La calle de mi casa es el vivo ejemplo”. 

Mientras que Iván Pluas, residente, comenta que cuentan con alcantarillado pero que las tuberías que llevan agua proveniente de las lluvias son de un diámetro corto para la cantidad de agua que rueda por las calles de Petrillo. 

“En cada campaña nos prometen que las cambiarán, pero nunca lo hacen”, expresa. Ellos concluyen e insisten en que las autoridades actuales deben actuar con inmediatez pues su salud está en riesgo al exponerse cada cierto tiempo al agua contaminada. “Es imposible caminar por aquí”, finaliza el adulto mayor.

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