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El duende se comía los dulces de la casa de Maggie.Adrián Peñaherrera

¡En El Oro apareció un duende tragón!

Durante varios años las llaves, joyas y, sobre todo, los chocolates desaparecían del lugar donde los dejaban. Lo ‘pilló’ en la madrugada

Ruidos, como si se tratara de roedores, en la mesa del comedor llamaron la atención de Maggie. Sin pensarlo dos veces, enseguida se levantó de su cama y desde la puerta de su cuarto vio a un ser pequeño, de unos 30 centímetros de altura, con un sombrero grande que rumiaba unos chocolates. Era un duende, recuerda.

El 15 de noviembre de 2001 la mujer, oriunda de Machala, El Oro, despejó sus dudas y conoció al causante de que las golosinas, las llaves, las joyas, entre otras cosas, se esfumaran del lugar donde las dejaban. Una constante que vivió junto con sus dos hermanos y su padre durante 13 años, desde que en 1989 llegaron a esa ‘caleta’, que está cercana a una bananera.

Cuatro horas antes de que el supuesto ser apareciera, cerca de las 00:00, Maggie (de 37 años) se despidió de sus familiares, porque iba a “intentar descansar”. Ella apagó las luces de la casa, se acostó en su cama y dejó entreabierta la puerta de su dormitorio, porque quería estar atenta al ruido que la tenía incrédula.

Maggie se amanecía sin dormir, porque “quería cazar al responsable de las cosas desaparecidas”, pues ella no creía que fuera una rata o un gato, ya que las ventanas de la vivienda estaban cubiertas de mallas y cada noche se cercioraba de que todo estuviera cerrado. “Mi papá traía rosquillas y en la mañana había una menos o tenían mordidas diminutas”.

“Los vecinos siempre nos decían que a partir de las doce de la noche un niño entraba a nuestra casa atravesando la pared. Pensaba que estaban locos. Nunca le tomamos importancia, pero la situación no era normal”, rememora entre risas.

Aquel día, en medio de la oscuridad, según la descripción de la orense, el ser vestía un traje color verde, medias con rayas rojas, zapatitos en punta y sobre su cabeza resaltaba un sombrero grande. Pero lo que más le llamó la atención fue el aspecto de su piel, que era arrugada, como la de una persona anciana, con una tonalidad verde oliva.

“Cuando escuché los sonidos me levanté despacio y me asomé por la puerta. Vi que se estaba subiendo a la silla del comedor mientras se comía unos chocolates. Vi la silueta de un niño”, asevera.

El duende, al ver que lo estaba espiando, “se sorprendió, pegó un brinco y con la silla cayó al piso, lo que causó un estruendo”. Ante el bullicio, su papá y sus ñaños se levantaron.

“Con la luz prendida se desapareció. Cuando el duende cayó al piso se escuchó un fuerte golpe, como si tiraras con fuerza a una persona. Era como juguetón porque nunca nos atacó. Ese ‘man’ solo venía a comerse las cosas, porque en la casa nunca faltaban golosinas. Ya después no volvió a aparecer hasta hace unos cuatro años”.

SU HERMANO TAMBIÉN LO VIO

Aproximadamente 15 días antes de que Maggie viera al presunto ser diminuto, al mediodía, su hermano Carlos lo encontró en el borde de la cama de su papá comiendo unos bombones.

“Mi hermano fue a buscar un chocolate y vio al duende en el borde de la cama. Este, de la impresión, tiró la caja de los chocolates y desapareció corriendo”, relata la machaleña sobre el duende, que dejó de visitarlos desde que cambiaron de viviendo en 2008. No lo volvieron a ver.