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Niños y adultos pasan días difíciles en los establecimientos acondicionados para su atención.Luis Cheme

Dramático: así pasan las noches los damnificados por las inundaciones en Esmeraldas

En uno de los albergues hay más de 436 personas y 88 familias, pero solo 150 colchones.

Mary Reasco tiene 60 años y hace 10 le diagnosticaron artrosis y osteopenia, enfermedades que tienen que ver con las articulaciones y los huesos. Su peor enemigo es el frío, pero los últimos tres días ha dormido en el piso de una de las aulas de la Unidad Educativa Alfonso Quiñónez George, el albergue más grande en la ciudad de Esmeraldas donde se  alojana damnificados por las inundaciones provocadas por el río Teaone.

En este lugar hay más de 436 personas y 88 familias, pero solo 150 colchones. Doña Mary, pese a su enfermedad, es una de las tantas personas que todas las noches tienden una sábana sobre la fría baldosa para tratar de descansar del trajín diario. Ella, su familia y los demás llegaron allá luego de la desgracia ocurrido el pasado domingo 4 de junio de 2023.

“No se puede descansar, dormir en el piso es algo caótico, una tortura, porque el sueño me vence, pero el dolor del cuerpo y de los huesos no me dejan dormir”, relata esta mujer mientras almuerza un aguado de pollo con arroz en una tarrina plástica, sentada afuera del aula que comparte con otras siete familias, todas del sector denominado 50 Casas, el más afectado por el temporal.

En menos de media hora, Mary perdió el esfuerzo de 20 años. Solo le queda una casa inundada de lodo donde es imposible vivir. Perdió su nevera, la cocina, platos, ollas, el televisor, las camas, ropa y los colchones. La creciente no le dio tiempo para sacar nada, solo para salvar su vida, la de sus dos hijos.

“Imagínese, luchar tanto, uno pobre lucha día a día para tener sus cosas. Yo me eximí de muchas cosas para poder comprar mis cositas a crédito, trabajando con lluvia, con sol, con hambre. No será fácil superar lo que estamos viviendo”, asegura Mary

La mujer dice que su única esperanza y la de muchos albergados es Dios, porque nada les asegura que vayan a darle a ella y al resto de personas lo que les han ofrecido. “Estamos viviendo momentos inciertos porque no tenemos la certeza de que nos vayan a dar una cocina o una cama para dormir. Pueden decir que nos van a ayudar, pero nada nos garantiza que vayan a cumplir”, dice resignada.

"El cuerpo nos duele porque es cemento, yo tengo problemas con mi columna y no es justo que nos traten así, los esmeraldeños también somos seres humanos".Eulalia Palacios, 72 años, afectada por las inundaciones.
Algunas familias pasan en colchones, otras deben arreglárselas colocando sábanas en el suelo para dormir sobre el piso frío.Luis Cheme / EXTRA

Duerme en una cama portátil

Un drama similar es el que vive Eulalia Palacios, de 72 años. Ella tiene un solo ojo, sufre de diabetes y también tuvo que dormir dos noches en el piso hasta que un alma caritativa le regaló una cama portátil plegable de una plaza que cuando se acuesta, por su peso, roza con el piso.La indignada mujer, quien también está albergada en la Unidad Educativa Alfonso Quiñónez George junto a su hija y su nieta, se quejó de los dolores que sufre en el cuerpo por dormir en el piso. 

“Es insoportable, no pueden tratarnos así”, dijo. A ella no solo se le inundó la casa con el desbordamiento del río Teaone, sino también se le incendió a causa de un cortocircuito provocado por unos cables que cayeron sobre el techo. Literalmente está en la calle, evacuó por necesidad y no tiene a donde ir.

Esta es la segunda vez que está albergada en esta unidad educativa. La primera vez fue en 2016, cuando también hubo una crecida del afluente pero menos fuerte y les dio tiempo para poner a buen recaudo sus pertenencias.

“Por amor de Dios, queremos que nos reubiquen, que nos den por lo menos un rancho de cartón, pero sáquennos de aquí para no seguir perdiendo lo poco que conseguimos con esfuerzo. Tengan misericordia, por favor”, implora Eulalia, quien definitivamente no quiere volver a vivir en las 50 Casas.

Digna Proaño, una de las administradoras de este albergue, reconoce que no hay colchones suficientes para la cantidad de personas alojadas en este lugar. Otra necesidad urgente, asegura, son los kits de aseo, porque ropa y comida sí les ha llegado.

“Nos sentimos impotentes de no poder ayudar a todas las familias, ver cómo la gente está durmiendo en el suelo, en una baldosa, sin tener una sábana ni un colchón para descansar dignamente”, asegura Proaño.

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