Los apagones afectaron las actividades económicas y personales de una familia del barrio América, ubicado en el centro de Quito.

Elizabeth Freire coloca dos velas en su cuarto e intenta coser un muñeco de tela. La poca luz no le permite concentrarse. Teme cometer un error y que el duende de trapo se deforme.

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La señora elabora figuras de tela para fechas como Halloween y Navidad. La crisis energética le pasó factura y este año no pudo crear sus muñecos como antes, porque la máquina de coser no funciona y debe hacerlo a mano. Por si fuera poco, Freire sufre de diabetes y debe administrarse tres dosis de insulina al día para regular la glucosa en su sangre y no sufrir una descompensación en su salud.

Los apagones provocaron que no pueda refrigerar el medicamento como se debe, por lo que cada tres horas acude a una gasolinera cercana para comprar hielo y mantener la insulina a una temperatura adecuada para que no afecte su eficacia.

La hija de Freire, Fernanda Viteri, también resultó afectada por la crisis energética y trata de que su emprendimiento no desaparezca.

Ella produce bocaditos de dulce, chocolates y empanadas. Para su elaboración utiliza máquinas pequeñas que sirven como moldes y funcionan con electricidad. También necesita microondas y su cocina de inducción.

Durante las fechas festivas vende más producto, pero para este Halloween no sacó casi nada. Recordó que el 31 de octubre del año pasado casi vendió 500 dólares en dulces. Este año no llegó ni a las 50 ‘latas’.

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Para no perder los clientes que le suelen comprar a menudo, Viteri acude a la casa de sus familiares para que le presten un poco de luz. Lleva sus máquinas en los horarios que ellos tienen el servicio y elabora lo que más puede. Sin embargo, aseguró que no puede quedarse hasta muy tarde porque cuando regresa a su domicilio, todo está a oscuras y corre el riesgo de que le roben.

Además, antes de la crisis energética la joven solía ayudar en la economía de la familia colocando sueros o vitaminas a pacientes. Ahora no lo puede hacer porque cuando ella tiene disponibilidad, en la casa de los interesados llega el apagón y se le complica ver bien para pinchar las venas.

Las dos hijas de Freire también sufren por la carencia de energía eléctrica. La mayor egresó de la carrera de Enfermería y está terminando un curso de inglés. No puede conectarse a las clases porque cuando ella tiene luz, sus compañeros o la profesora no. Y viceversa.

La hija adolescente de Freire está en el colegio y tampoco puede estudiar bien. Las escasas tres horas en las que tienen servicio, la estudiante trata de conectarse a la plataforma de la institución, pero no tiene señal. Toda la familia espera que esta crisis pueda ser superada, para volver a la normalidad de antes.

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