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Alausí: Buscan entre la esperanza y el dolor
El número de fallecidos aumentó a nueve. Las labores de búsqueda de los desaparecidos continúan y las familias se mantienen a la expectativa
Lo único que hace José Yunga es caminar de lado a lado en el sepelio de sus seres queridos. A su alrededor, las personas no dejan de darle mensajes de condolencias. Él cuenta la historia una y otra vez. Los detalles no varían: perdió a toda su familia por el alud registrado en el barrio Nuevo Alausí en la noche del domingo 26 de marzo.
“En el derrumbe, en la casa, estaban mi hermana Rosa Yunga y mi cuñado Manuel Marcatoma. También estaban mis dos sobrinos”, acotó en medio de sollozos. Naomi tenía cuatro años y Dillan, ocho. Al momento del alud estaban durmiendo con sus padres.
Pero su tragedia no frena allí. Yunga, al igual que otras decenas de familias, esperan noticias sobre sus seres queridos que se encuentran bajo tierra.
En el caso de Yunga, aún no han encontrado a sus otros dos hermanos y dos cuñados. “Ya sé que a lo mejor están muertos, pero queremos al menos los cuerpos”, expresó con desesperanza.
Hasta el momento se han confirmado nueve víctimas, las cuales fueron veladas desde la tarde del lunes y se preveía su sepelio en la tarde de ayer. Tres fueron en el centro de Alausí y los cuatro restantes en la comunidad de Conventillo, a las afueras del Municipio.
Se presume que cerca de 55 viviendas quedaron bajo la tierra y aunque según la Secretaría de Riesgos dice que hay más de 60 desaparecidos, para los pobladores la cifra es mayor.
Velorio
En un salón de la Asociación de Obreros estaban los otros tres: Juan Ortega Yunga, su hermana María y su pequeño Jorge Lema, de tres años. “No alcanzaron a salir a tiempo, todo pasó muy rápido”, contó Bertha Pumaquero, suegra de María.
Los ataúdes, según José Yunga, fueron donados por algunos vecinos. Los gastos de la velación también han sido colaboraciones. Algunos llevaron galletas o caramelos. Otros comida y algunos se encargaron de cavar las fosas para los sepultados en Conventillo. “De las autoridades nada hemos recibido. La mayoría de familias que vivían ahí (zona cero) eran de escasos recursos”, reclamó José.
“Nadie nos mueve”
Al pie del deslizamiento de tierra algunos ciudadanos están a la expectativa. Los pobladores no se han despegado de los rescatistas, atentos a cualquier novedad. Entre ellos está Flor Quiroz.
“Mis sobrinos eran como mis hijos”, lloraba desconsolada.
En una casa quedaron atrapados su cuñada y los padres de ella, además, dos niños de 4 y 9 años. Lo peor es que el padre de los pequeños y hermano de Flor está en Estados Unidos. “No puede venir ahorita, está desesperado”, contó.
Con ella está una mujer más, quien no quiso decir su nombre. Solo explicó que su hijo de 11 años está allí, señalando una casa destruida por el alud. Los rescatistas pidieron silencio varias veces para escuchar alguna señal de vida. Nada.
Ambas mujeres se abrazaron, se consolaron mutuamente. No han querido moverse de allí hasta tener noticias, aunque el tiempo juegue en contra.
Unos metros más allá, una pareja tampoco se ha movido de la acera. Comió arroz entregado por voluntarios. “Café, almuerzo y merienda”, aseguró Jaime Pulluquinga.
Él y su esposa salieron de Quito a la medianoche del domingo apenas supieron del desastre. Otra familia entera sepultada por la montaña: su cuñado, la esposa y dos menores.
También señalaron al montículo donde los rescatistas han seguido trabajando con picos y palas. Las maquinarias no han entrado por recomendación de los expertos, dijo Guillermo Lasso, presidente de la República, la noche del lunes cuando visitó el área.
Quienes esperan no piensan lo mismo. Quieren respuestas, pero no las hay. Los moradores, contrario a lo que dice la Secretaría de Riesgos, aseguran que hay más desaparecidos. “Dicen que son 60 casas enterradas por el derrumbe. Un domingo en la noche las familias ya están en su hogar. Aquí cada hogar tiene por lo menos cuatro miembros. Las cuentas no dan”, reclamó Jaime.
Los afectados también increparon a Lasso que las cifras no son reales y que solo ellos conocen a los que faltan. Mientras tanto, estos vigías dicen que de la zona cero “no los mueve nadie” hasta saber de sus parientes.