Bordaron con hilo dorado su nombre completo junto a la abreviatura de la palabra ‘Coronel’ en la camisa del uniforme policial.

Brithany Esperanza Álava Naranjo se cuadró con los oficiales de más alto rango de la capital, habló por la radio de un patrullero, hizo un sobrevuelo por el sur de Quito en el aeropolicial, incluso dio órdenes a algunas unidades de la institución.

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La adolescente, de 13 años, cumplió su sueño de ser comandante de la Policía Nacional. Un anhelo que, por su condición, le parecía imposible cumplirlo.

Ella nació con síndrome de Dubowitz, que se caracteriza por retraso del crecimiento y ciertas afectaciones cognitivas.

Además, el año pasado le detectaron insuficiencia renal crónica, lo que la obliga a estar en una sala del hospital tres veces a la semana. Debe realizarse diálisis, tratamiento mediante el cual le extraen toxinas y el exceso de agua del organismo porque sus riñones no funcionan correctamente.

Pese a los problemas de salud, la pequeña asiste a un programa de personas con capacidades especiales y es parte del grupo de los boy scouts.

Un día llegó un grupo de uniformados con el muñeco Paquito Policía, pero Brithany no pudo asistir porque tuvo un decaimiento. Entonces, su madre, Estefanía Naranjo, le pidió al agente que le enviara un saludo en un video para su hija.

Cuando la adolescente lo vio, casi llora de la emoción y le dijo a su mamá que le gustaría ser policía. La señora y su esposo, Édison Álava, hicieron lo posible para que su pequeña pudiera vivir la experiencia de servir como una policía.

La petición llegó a los oídos de la coronel Paola Suárez, jefa del Distrito Eloy Alfaro, y ella gestionó para que Brithany pueda ser parte del programa Comandante por un día.

Y llegó el momento. Decenas de uniformados se prepararon en el cuartel para recibir a la pequeña soñadora. Hasta el coronel Wilson Pavón, comandante de la capital, planchó su uniforme para lucirlo frente a Brithany. La recibieron con honores. Se sentó junto a los más altos oficiales de la capital y presenció varios actos.

Uno de los que más le gustó fue el de los perros amaestrados. Se hizo amiga de Mateo, un dóberman de tres años con el que jugó a la pelota y hasta se tomó una foto.

Luego, se subió a un patrullero y habló por la radio Motorola como si estuviese coordinando un operativo antidelincuencial. También la llevaron a los establos donde tienen a los caballos, con los que trabaja la unidad de equitación.

Sin embargo, lo que más le gustó a Brithany fue subirse, junto a sus padres, al helicóptero de la Policía y sobrevolar el sur de la capital. Uno de sus sueños era aprender a volar y con este gesto lo consiguió.

Cuando estuvieron por el estadio Gonzalo Pozo Ripalda, ella se entusiasmó tanto que empezó a corear: “¡Y dale A, y dale A, y dale Aucas, dale A!”.

Luego de haber vivido una experiencia inolvidable, la pequeña les dijo convencida a sus papis que algún momento quisiera ser una heroína como los policías.

Por su parte, Estefanía y Édison agradecieron a la institución por darle esa oportunidad a su hija. Ambos coincidieron en que fue uno de los momentos más emotivos dentro de las dificultades que viven por la enfermedad de Brithany.

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