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Asesinan a un hombre a punta de martillazos, en Quito
Manuel Párraga, quien vendía encebollados, fue hallado en su casa luego de que sus vecinos reportaran que tenían varios días sin verlo.
Había manchas de sangre al pie de la cama. Cuando los policías levantaron el colchón encontraron, tapado con una cobija azul, el cadáver de Manuel Párraga.
Era sábado mediodía. Los uniformados llegaron a una casa con cerramiento color durazno, en la que vivía Manuel, porque algunos habitantes del sector Quitumbe, sur de la capital, habían reportado al ECU-911 que su vecino no aparecía.
Lo vieron entrando a su vivienda la tarde del miércoles, y desde ese momento el hombre no había salido ni siquiera a la puerta. Algo que los tenía preocupados, explicó Richard Coellar, subcomandante del Distrito Metropolitano de Quito.
Entonces, algunos uniformados ingresaron al inmueble y otros resguardaban el ingreso. Pronto llegaron agentes de Criminalística y también allegados de Manuel.
Entretanto, vecinos contaban, desde una vereda de enfrente, que el hombre solía poner una carreta diagonal a su domicilio donde vendía encebollados.
Pasaban las horas y en el lugar de los hechos la única certidumbre que tenían quienes conocían a Manuel es que él había partido a la eternidad.
Los familiares lloraban. Se lamentaban. Se abrazaban. Ypara tensar aún más los nervios, a unos metros de la casa, un taxista que parecía borracho chocó a una camioneta. Se bajó de su auto. Habló. Peleó. Se subió. Y huyó. Un policía que pasaba en su moto lo persiguió.
Poco después llegó la ambulancia de Medicina Legal. Sacaron el cuerpo de Manuel y solo entonces se conoció que al hombre, de unos 40 años, lo habían matado supuestamente con martillazos en la cabeza.
Luego metieron su cuerpo debajo del colchón, en una habitación, y ahí permaneció durante casi 72 horas, por eso cuando los uniformados lo hallaron se encontraba en estado de descomposición.
En las investigaciones, una hermana del fallecido le dijo a la Policía que Manuel era muy sociable con “los señores de nacionalidad venezolana”. Y que incluso para su trabajo, la venta de encebollados, había contratado a un extranjero para que lo ayudara. Pero desconocía su domicilio.
Coellar añadió que cuando los uniformados entraron al inmueble este tenía todos los candados. Aún no se ha establecido el motivo del crimen. “Estamos trabajando en la flagrancia, tomando versiones y recopilando todos los indicios que nos puedan ayudar en este caso”.