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Área rural de Guayaquil: Mujeres abandonan sus estudios por el difícil acceso a las escuelas
Rutas de acceso a las escuelas en zonas rurales de Guayaquil son rústicas y de tierra. Mujeres jóvenes deben elegir entre cocinar o parir
Para muchos, botarse de la escuela no es una opción ni un sueño que se hará realidad ni en el corto ni mediano plazo, es una obligación. Sin embargo, para varios menores que viven en las zonas rurales del Guayaquil es casi una obligación hacerlo.
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En el recinto Sitio Nuevo viven varios jóvenes que hace mucho tiempo han dejado los estudios sin que nadie se los impida ni padres ni familiares ni amigos, nadie. Este sitio está ubicado en la parroquia rural El Morro, en el cantón Guayaquil, provincia de Guayas. Algunos, por su propia voluntad abandonan la escuela o el colegio; otros lo hacen obligados. La mayoría son mujeres.
Denisse J., de 13 años, también abandonó sus estudios. Su excusa fue la delincuencia, de ‘vacunadores’ y de los asesinatos de los que se enteraba en el cantón Playas. Ella habló con su abuela sobre su decisión y estuvo de acuerdo.
A diferencia de sus amistades, Denisse se queda todo el día en su casa, haciendo los quehaceres. Aunque su abuela le dijo “que dejara que pasara esto”, la adolescente no tiene idea de cuándo regresaría. “Más despuesito, cuando pase esto”. Comenta que en la escuela no era buena en Matemáticas.
Tampoco conversa con sus excompañeros sobre los textos que están aprendiendo. Hasta los 12 fue al colegio. Sus primas de 14 y 15 años tampoco estudian hace más de cuatro años; ellas cuidan a sus hermanitos. Pero el hermano mayor de su prima de 14, sí.
Por el mismo motivo, Matemáticas, Denisse B., ahora de 15 años, prefirió no continuar con sus estudios. A los 11 habló con su padre y se quedó en casa, por más que él le insistió. Pero ahora es madre de un bebé de dos meses. Ella vive junto a su pareja, de 21 años, en la casa del progenitor de la adolescente, en el recinto San Miguel de la parroquia El Morro. El chico no trabaja.
El padre de la muchacha se dedica a la albañilería y es quien sostiene a 10 personas, quienes viven bajo su techo. La hermana mayor de la adolescente tiene 19 años, también es madre de un bebé. Aunque la joven culminó el colegio, no quiso cursar una carrera en la universidad.
Llegar a este sitio no es fácil ni barato, indican los moradores. Se ingresa por la comuna San Antonio del cantón Playas, provincia del Guayas, pero en motocicleta. La vía, de segundo y tercer orden, es rústica. Desde ese punto hasta el recinto son aproximadamente 8 km; los conductores tratan de esquivar las grandes depresiones y desniveles que hay a lo largo del camino, pero es imposible.
Hace cinco años, Víctor Riera junto a 15 motociclistas establecieron una estación de mototaxi en la entrada de la comuna San Antonio, del cantón Playas, provincia de Guayas. Ellos trasladan a la gente desde ese punto hasta los recintos San Miguel, San Juan, Los Pocitos, Sitio Nuevo, parte de Ayalán, hasta las camaroneras, y viceversa. Esto, porque son pocos los carros que se atreven a ir por la dañada vía. Algunos tratan de aprovechar los grandes camiones que van hacia las camaroneras para llegar a sus domicilios, porque trasladarse en moto o en auto es caro.
Justamente por eso, María Bohórquez, de 20 años, tuvo que aceptar la decisión de sus padres de no ir más al colegio. Aunque, ella no estaba de acuerdo con eso, no pudo hacer nada. Su sueño de ser enfermera se desvaneció ese día.
Hace tres años ya no estudia porque “a veces no hay plata para poder estudiar”, expresa Bohórquez. Sus progenitores no podían seguir pagando la movilización de ella y de sus cuatro hermanos desde su casa, ubicada en el recinto Sitio Nuevo, hasta el cantón Playas, donde está el colegio. Caminar hasta el centro de estudios no es posible.
Si iban los cinco hermanos significaba que semanalmente debían pagar $ 50, pero el padre de la joven no siempre tiene trabajo. Así que tanto ella como su hermano mayor tuvieron que sacrificarse. El joven tuvo que empezar a laborar.
En Sitio Nuevo hay ni una escuela. Los menores pueden estudiar allí, siempre y cuando los profesores no falten; en invierno, la vía no es accesible. Pero para asistir al colegio, los padres deben contratar a un vehículo o a un taxi para que lleven a sus hijos hasta San Antonio y desde allí tomen uno o dos buses hasta Playas o Progreso; luego que los lleve a sus casas también.
Este ha sido uno de los motivos por el que varios menores no logran avanzar hasta la colegiatura, dice Elizabeth Bohórquez, presidenta de la comunidad de Sitio Nuevo y madre de una adolescente. Desde los 12 o 13 años, los chicos deben trabajar en las camaroneras o haciendas de la zona, con bajos salarios y sin seguridad social, para ayudar económicamente a sus familias, comenta.
Bohórquez indica que los padres también optan por no enviar a las mujeres a estudiar, porque no gustan que se suban en una moto para ir a los centros educativos, por lo que se quedan en casa colaborando en los quehaceres o cuidando a sus hermanos. Por esto, muchas se unen con jóvenes y son madres a temprana edad, algo que ha sido común en estos poblados y que todavía no cesa.
Yadira Pazmiño tiene 37 años y es madre desde los 17 años. De su primer compromiso tiene dos hijos, un joven de 20 años y una adolescente de 17. Tras la muerte de su cónyuge, por cáncer, rehízo su vida y ahora tiene una niña recién nacida.
Aunque dejó el colegio por trabajar en una tienda y tener dinero para obtener las cosas que ella deseaba, ahora Pazmiño se arrepiente. Hoy en día, lo que gana no le alcanza para cubrir las necesidades de su familia.
La tía de Dennise B., por ejemplo, también tuvo que dejar la primaria cuando era una niña; hoy tiene 69 años, depende económicamente de su hermano y vive con él. Comenta que su hermano no pudo pagar la universidad del hijo mayor, porque su salario no le alcanza y no siempre tiene trabajo.
Las mujeres en Ecuador que no acabaron sus estudios, buscan emprender
La factibilidad de poder adquirir un empleo en El Morro no es fácil, comenta Julia Cruz. O conseguir empleo en Playas o en Guayaquil tampoco es certero, más aún sin haber terminado sus estudios. Ante esto, las mujeres han optado por dedicarse a vender productos que ellas pueden elaborar. Aunque, si una de ellas sabe algún oficio, enseña a la otra. Así lo hace Maritza Mazzini, experta en corte y confección.
Sin embargo, por no tener conocimiento sobre cómo manejar el negocio habían cobrado a pérdida, dice Cruz. Ella junto a otras mujeres, desde 2020, han sido capacitadas por estudiantes de la Universidad Politécnica Salesiana (UPS), sede Guayaquil, a través de proyectos de vinculación. Así han aprendido qué deben considerar para establecer el precio.
Susan Escobar, docente de la UPS, comenta que los talleres son virtuales. Les envían videos de las charlas (de máximo un minuto), elaboradas por los estudiantes de Contabilidad y de Diseño. Su difusión y los exámenes son a través de WhatsApp, “debido al estado de las vías, ir hasta sus residencias suele ser imposible”.
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