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Quito: Centros Comerciales del Ahorro en agonía por ventas ambulantes
Miles de comerciantes formales desesperados porque nadie entra a sus locales. Fueron parte de un proyecto hace 25 años , que ellos ven desmoronarse
A las 09:00 comienza el movimiento en los locales del Centro Comercial del Ahorro Nuevo Amanecer. Los dueños trapean, limpian y acomodan sus productos para exhibirlos. Pasan los minutos y las visitas no asoman. Una fila de gente emociona por un momento a los vendedores, pero se trata de quienes van a un cajero que está dentro de las instalaciones.
Amparito Caicedo, dependiente de un local de ropa, cuenta que ha pasado días enteros sin vender una camiseta. “La poca gente que entra mira los productos, pero se va porque es más barato en la calle”, explica resignada.
Este es uno de los 11 centros comerciales que surgieron como una alternativa al comercio informal en 1999, durante la administración de Paco Moncayo. Este megaproyecto consistió en limpiar las calles del Centro Histórico para devolverle el aspecto turístico y colonial, y otorgar a aproximadamente 8.000 comerciantes espacios más seguros y adecuados para sus actividades.
A muchos casi les cuesta la vida. Carmen Masabanda, quien tiene su negocio en el Centro Comercial Hermano Miguel, recuerda que nunca logró vender la cantidad de ropa que lograba en las calles. “Cuando ingresamos aquí, yo conocí lo que era un chulquero. Me tuve que endeudar porque la gente no entraba”, relata.
Fueron años duros en los que los comerciantes salían a la calle a atraer a los clientes con tarjetas de presentación. “Cuando teníamos los puestos afuera nos conocían; en los locales, nadie nos venía a buscar”, explica.
Por todas estas preocupaciones, Carmen asegura que sufrió un derrame cerebral que la obligó a tener un tratamiento largo. Aún así, se aferró al negocio, pues ella confecciona ropa tipo sastre para venderla directamente. “Logré hacer clientela nuevamente, pero volvimos al punto cero”, dice.
De nuevo, las deudas la acechan porque el lugar está vacío la mayoría del tiempo. Incluso, algunos de sus vecinos ya han vendido o simplemente cerrado sus locales. “Yo no puedo cerrar porque lo poquito que produce me ayuda para sobrevivir con mi esposo, que también es de la tercera edad”, asevera.
Seguir con los locales es de valientes
Guadalupe Lema, de 70 años, también se aferra a su negocio de ropa interior. Tiene claro que no podrá conseguir un trabajo y, sobre todo, no sabe hacer otra cosa que el comercio. “Desde muy joven estuve primero en lo que se llamó La Ipiales y luego me acogí a la regularización”, explica. También tuvo que empezar de cero con la reubicación. “Algunos compañeros ya se han ido, han cerrado sus locales porque aquí se paga arriendo, alícuotas y servicios”, comenta.
Flor Ontaneda cuenta que la problemática se agudizó en 2020. Ella ha podido sostener el negocio de vestidos de fiesta debido a que su esposo tiene un empleo fijo, pero en un par de años lo cerrará. “La verdad, no creo que le quede mucho tiempo a estos centros comerciales”, espeta.
Ella ha visto, sobre todo, a personas de la tercera edad morir en medio de deudas y preocupaciones. “Para quienes dependen solo de los locales, es una situación desesperada porque poco a poco los locales se están convirtiendo en bodegas”, comenta.
Julio Guamán, presidente del Centro Comercial Granada, dice que, aunque en ese recinto ya están desocupados 180 locales de 460, la consigna es no dejarlo morir. “Tenemos acercamientos con el Municipio; esperemos tener algún resultado con el control de ambulantes”, comenta.
Según David Mogollón, director de Centros Comerciales Populares, al menos el 30 % de los centros comerciales no está funcionando. “La mayoría son personas de la tercera edad, o personas que han migrado, y otros que no han terminado el proceso de adjudicación”, precisa.
Para Carmen Masabanda, permanecer en los locales es de valientes. “Nos aferramos a lo poco que nos puede dar, porque esta ha sido nuestra vida”, agrega.
Competencia desleal
La dinámica, según Flor Ontaneda, es que los vendedores informales guardan sus productos en esos locales para venderlos en las calles. “El asunto es que estas ventas nos han afectado mucho porque la gente prefiere lo más barato”, explica.
Mogollón alega que se trabaja en conjunto con la Secretaría de Seguridad y la Agencia Metropolitana de Control para disminuir la presencia de informales, pero que no es posible estar todo el tiempo. “También se necesita la colaboración de los quiteños. No compren en la calle. Vayan a sitios seguros”, insiste.
Sin embargo, Carolina Andrade, secretaria de Seguridad, explica que los operativos de control se han realizado en un perímetro de 12 cuadras, entre las calles Guayaquil, Mejía, Benalcázar y Rocafuerte. Sitios como La Marín y El Tejar todavía se están planificando.
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Es decir, que los comerciantes informales aún continúan en los alrededores de estos centros de compra. Durante el recorrido que realizó un equipo de EXTRA, se constató que decenas de vendedores se apostan en las calles. Cuando advierten la presencia de un agente de control, solo lo evaden y se van a otra esquina.
Andrade indica también que la idea es que estos comerciantes pasen a ser parte de plataformas, ferias y estos mismos centros, pero no se los puede obligar. Ante esto, Guamán no descarta que quienes están en los locales también salgan a las calles.
Una apuesta por las redes sociales
David Mogollón explica también que se han hecho alianzas público privadas para promocionar las compras responsables y la imagen de los Centros Comerciales Populares. “Ya se han lanzado dos spots promocionales en redes sociales para dar realce a estos sitios”, refiere.
La infraestructura en la mayoría de estos centros ha sido intervenida, no solo por las autoridades, sino por los mismos comerciantes. “También les damos capacitación en manejo de alimentos, atención al cliente, medios digitales de pago. Es importante entender que las redes sociales son un medio de venta”, agrega el funcionario.
Algunos dueños de locales sí han optado por atraer clientes por TikTok o Instagram, los más jóvenes. Sin embargo, para los fundadores esta no es una opción muy viable. “Yo no entiendo mucho de eso. Me ocupo de tener bonito mi local”, señala Carmen.
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