Exclusivo
Actualidad

Se realizó la ceremonia en la que el religioso se convirtió en sacerdote. Fue en La Catedral, centro de Quito.Karina Defas

Así fue como el Job de Machachi afianzó su fe en Dios

Como el personaje de la Biblia, Francisco Almachi ha pasado por penurias que a la final solo le hicieron afianzar su fe en Dios.

Job es un personaje considerado como el guerrero de la fe. Pese a perder la gran riqueza que tenía -desde ovejas, sirvientes y hasta sus 10 hijos-, nunca dejó de alabar y creer en Dios, según la Biblia. Pero esto no es algo que solo se narre en las páginas de ese libro sagrado. También ha sucedido en la vida real.

EXTRA encontró la historia de un hombre que vivió muchas penurias con cierta similitud a las de ese protagonista del Antiguo Testamento cuyo relato se cuenta en 42 capítulos. Se llama Francisco Almachi, un Job de Machachi, en Mejía, quien se consagró a Dios la mañana de ayer.

El religioso casi pierde su brazo y pierna izquierdos cuando apenas era un adolescente. Sin embargo, ese sufrimiento ayudó a la reafirmación de su fe en el Todopoderoso.

Capítulo 1, la alegría

Marujita Changoluisa abraza a su nieto cuando se ordenó como diácono, un paso antes de ser sacerdote.Cortesía

Francisco nació en Guayaquil hace 30 años. Su padre Patricio Almachi, que en ese entonces era mecánico aviador, lo sacó de la Perla del Pacífico para criarlo en el barrio San José de Tucuso, en Machachi. “Mi madre Marujita Changoluisa y mi papá Francisco Almachi se hicieron cargo de su cuidado mientras trabajaba”, cuenta Patricio, en la sala de su casa.

Su familia tuvo la primera marisquería de la ciudad y, desde que tenía unos 3 años, Panchito – como le dicen de cariño- ayudaba. Él pasaba los limones o las gaseosas, lavaba los platos y a los cangrejos... Con el tiempo, aquel niñito se hizo muy conocido y querido entre sus vecinos como lo era Job en su tierra llamada Uz.

Mientras crecía, su abuela Marujita le enseñó a rezar. “Teníamos un grupo de oración y a él le gustaba acompañarnos. También iba mucho a misa”, recuerda la señora, quien sostiene con firmeza el retrato de su nieto vestido con sotana blanca.

Pese a su inclinación religiosa, Panchito tenía claro que quería ser militar como su padre. Aunque muy pronto ese deseo cambiaría totalmente.

Capítulo 2, la desgracia

Los seres queridos de Panchito miran con devoción el cuadro en donde está vestido con su sotana.Gustavo Guamán

Era Carnaval y Panchito tenía apenas 15 años. “Manejaba un camión y le dije que me acompañara a ver un dinero”, rememora su abuelo Francisco, en cuyo honor bautizaron a este religioso.

Todo estaba listo para salir, pero el joven subió a la terraza donde estaba su prima Viviana Almachi. En ese entonces, la costumbre era mojar a la gente y los chicos no iban a perderse esa oportunidad. “Estaba pasando una camioneta y mi primo cogió un balde con agua para arrojarlo desde la terraza”.

Y en ese momento ocurrió una desgracia como la que se narra en la historia de Job: “Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió”. Solo que a Pancho no lo quemó el Todopoderoso, sino los cables eléctricos que cruzaban delante de él. Los topó con el agua.

La corriente entró por el brazo izquierdo. Luego esa fuerza lo levantó y lo arrojó hacia el primer piso. Con el impacto su pierna izquierda se rompió. “Escuché los gritos de la gente y salí a ver lo que sucedía. Mi Panchito estaba en el piso, inmóvil. Sigo creyendo que ese día, él murió”, dice su abuela Marujita.

Capítulo 3, el calvario

Un amigo del joven lo subió a su camioneta para llevarlo al hospital de Machachi. En el trayecto encontraron a la ambulancia de los bomberos y ellos lo estabilizaron. “Le cortaron la ropita y cuando se la sacaron, toda la piel salió con ella”, dicen los parientes.

Al tiempo, Viviana llamó a Patricio, quien estaba en Salinas (Santa Elena), para contarle sobre el accidente de Pancho. “Un amigo de un avión me llevó hasta Guayaquil y de ahí tomé otro vuelo para Quito”. El chico había sido llevado al hospital militar.

Patricio llegó y vio a su hijo tirado en una camilla. Estaba moribundo e hinchado. Incluso su piel la tenía morada, padecimiento similar al que tuvo el protagonista del Antiguo Testamento: “Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza”.

Los médicos lo desahuciaron porque el suero que le pusieron no entraba a su cuerpo debido a la hinchazón. Pero un pequeño milagro logró que la dosis empezara a surtir efecto.

Luego vinieron las operaciones: 38 en total. Su brazo izquierdo fue el más afectado, porque en las intervenciones se dañaron nervios, tendones y músculos. Su pierna, en cambio, fue ‘soldada’ con algunos clavos como si de un trabajo de carpintería se tratara.

Los dolores eran insoportables como los que vivió Job mientras padecía de su enfermedad. Si él usaba un tiesto para rascarse la sarna, a Panchito le inyectaban morfina que con el tiempo le causó trombosis.

La única solución que vieron los médicos fue cortar ambas extremidades. Panchito, al oírlo, rogaba a su padre que no lo permitiera, que lo mantuviera completo o sino... no tendría sentido vivir.

Capítulo 4, la revelación

La mano de Panchito quedó torcida como un garfio y apenas podía caminar con un bastón. Pero su fe en Dios, al igual que Job, se reforzó.

En su suplicio, él portaba consigo la estampita de la Virgen de Fátima y les pedía a sus parientes que le llevaran una Biblia. Y fue en esos momentos que tuvo una revelación. “Me decía que tuvo un sueño. Vio dos caminos: el uno estaba lleno de telarañas, murciélagos, y el otro de flores. En la mitad de ambos había un hombre de barba que decía que abandonara ese sitio”, narra su tía Carmen Almachi junto a su familia.

Mientras pasaba eso en el hospital militar, Patricio recorrió el país en busca de ayuda para su hijo, porque no tenía mejoría. “La única solución era llevarlo a Estados Unidos, a una clínica en Miami”. Allá encontrarían el milagro definitivo.

Capítulo 5, el camino a Dios

Las imágenes religiosas abundan en la casa de la familia del Job machacheño.Gustavo Guamán

Un médico estadounidense analizó el caso de Panchito y les dio buenas noticias: con una operación se podría arreglar el desastre provocado en el brazo izquierdo. Lo mismo con la pierna que tenía un sinfín de clavos.

La intervención duró siete horas y al siguiente día el milagro estaba hecho: el muchacho podía mover sus dedos y regresó a él la alegría. Todo eso fue motivo para agradecer a Dios y comprometerse a poner su vida a su servicio como religioso.

“No quería estar el tiempo de la rehabilitación porque se sentía mucho mejor. Deseaba ingresar a estudiar al seminario”, afirman sus seres queridos, llorando de la emoción y tristeza al recordar este pasaje de su vida jamás contado.

Panchito estudió cuatro años en la Universidad Católica, luego ingresó al seminario y en 2021 se convirtió en diácono. Pero ayer se dio el verdadero encuentro con el Todopoderoso: se ordenó como sacerdote. Así se cumplió lo que se lee en la Biblia: “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job”.

El suplicio llegó con la pandemia

Con la llegada de la pandemia, Panchito nuevamente estuvo a punto de fallecer. A mediados de 2021 se contagió con COVID y su cuadro fue sumamente crítico.

Los pulmones empezaron a fallar e incluso escupía sangre debido al rápido avance del virus.

Lo llevaron hasta Latacunga, en Cotopaxi, donde un médico le puso unos sueros. Pero no todo estaba ganado, ya que tuvo que ser ingresado, curiosamente, a un hotel.

Esto porque debía estar aislado en el primer lugar donde pudieran encontrar. Estuvo como ‘huésped’ en ese sitio durante un mes, luego de lo cual salió otra vez airoso.