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Durante la semana los puestos y negocios que funcionan en los mercados lucen vacíos. Se recuperaban los sábados y domingos.Karina Defas

COVID-19: ¡Encerrados y ‘chiros'!

Las consecuencias recaen sobre los pequeños negocios. Hay inconformidad porque están pagando por los que irrespetan las medidas contra el COVID.

Hubo un poco de esperanza en los mercados de Quito cuando los clientes se abastecieron horas antes del confinamiento de este fin de semana. Pero no fue suficiente, pues las pérdidas por cerrar los días en los que más se vende son fuertes.

En La Magdalena, en el sur de Quito, por ejemplo, los vendedores de carnes solo esperaban terminar la mercadería para que no se dañara. Se daba la ‘yapa’ porque “es mejor perder un poquito que perder todo”, dijo Édgar Pavón, dueño de una tercena.

A pesar de que está de acuerdo con que las autoridades hayan establecido nuevas restricciones, para frenar los contagios de COVID-19, no puede dejar de pensar en los gastos que debe afrontar. “Estoy a cargo de mi madre que es adulta mayor, de mis hijas, mi esposa”, agregó.

El perjuicio para el hombre, de 54 años, es de al menos 500 dólares, pues los sábados y domingos se recuperaba en algo por las bajas ventas del resto de la semana. “Los supermercados están llenos, pero acá casi siempre estamos vacíos”.

Las deudas los devoran

Edwin de la Cruz, dueño de un local de comida típica, no está de acuerdo con el nuevo confinamiento “Esto no tiene pies ni cabeza. El lunes la gente se volverá a aglomerar”.

Para él, las nuevas restricciones resultan negativas, pues tendrá que volver a negociar su deuda con una entidad bancaria que pasó, desde el año pasado, de tres mil a siete mil dólares. 

“Me refinanciaron, pero no me perdonaron ni un dólar de los intereses”, relató.

Este fin de semana para De la Cruz también era un alivio para las nulas ventas que tenía los otros días. “Pasé de cocinar 10 libras de carne o pescado a hacer una libra. La situación es desesperante”, espetó el emprendedor que tiene su negocio desde hace 30 años.

Por los desobedientes

La desilusión se repetía en otros locales. Fausto Herrera, vendedor de pescados y mariscos, no recibió productos de la Costa para este fin de semana.

Lo que tenía procuró venderlo hasta la tarde de ayer. “Si sobra nos tocará comernos. Porque no aguanta hasta el lunes”, comentó.

A pesar de que acatará las restricciones con su familia, no puede dejar de sentir indignación por quienes no han cumplido con las medidas de bioseguridad. “Las ventas ambulantes son desordenadas, sin limpieza, con aglomeraciones”.

Ese mismo sentimiento lo tenía Fanny Cruz, quien trabaja en un complejo turístico que recibe visitantes principalmente el fin de semana. “Hago limpieza y no puedo hacer teletrabajo. Son horas que voy debiendo por culpa de los irresponsables”, lamentó.

Ella ha mantenido los cuidados necesarios y ha evitado contagiarse por más de un año. “En los buses veo que hay gente que no le importa nada. Por ellos pagamos todos los platos rotos”, concluyó.

Los comerciantes de La Magdalena deben cumplir con las normas de las autoridades, entre ellas una prueba PCR al mes. Un gasto adicional que deben asumir.