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Cortes de luz en Quito: Negocios vuelven a los procesos manuales
Un zapatero y una costurera han tenido que adaptarse a los horarios de los cortes de luz
Desde septiembre, las festividades religiosas en distintas parroquias de Quito ponen a ‘correr’ a quienes confeccionan vestidos para las imágenes. Pero ni los rezos han servido para que la crisis energética no los golpee. Glenda Ocaña lleva más de 10 años en el negocio, pero este ha perdido por lo menos el 20 % de sus clientes debido a los apagones. “Hemos decidido no aceptar algunos pedidos para no quedar mal. Con los cortes no alcanzamos a coser”, comenta.
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Este oficio ha pasado de generación en generación, ya que la tradición de vestir las imágenes de los santos sigue vigente en la capital. Por eso, en la calle Rocafuerte se pueden encontrar varios de estos negocios, que desde el 27 de septiembre pasan varias horas a oscuras.
La necesidad de electricidad
Aunque Glenda y su colaboradora intentan avanzar a mano con lo que pueden, también pasan horas sin poder hacer nada. “Hacemos los cortes de las telas, hacemos las uniones con alfileres o con puntadas a mano para tenerlo listo para la máquina de coser”, cuenta. El no poder respetar los horarios también resulta un problema, porque todo lo planeado y apurado no sirve de nada. “Los bordados son lo que más demora, pero nos quedamos a medias”, agrega Glenda.
Crisis energética obliga a volver a los procesos manuales
Edmundo López ejerce la zapatería desde hace diez años y aprendió el oficio para tener un ingreso más libre. Ahora se ha convertido en ‘esclavo’ de los horarios de los cortes de luz. “Aquí se va la luz a las 12:00 esta semana, así que nos apuramos desde la mañana para avanzar lo más posible”, cuenta.
Tiene dos colaboradores más que deben irse a casa en cuanto empieza el apagón. “Es por eso que estoy buscando una máquina manual para coser. Es decir, que funcione con pedal o manivela, como antes”, explica.
Además de hacer reparaciones, también confecciona zapatos. Sin embargo, su negocio tampoco ha ido bien. “La gente prefiere los zapatos más baratos o los de marca de los centros comerciales. No valoran lo que hacemos”, reclama.
Edmundo apostó por una propuesta más artística para sus zapatos, pero el mercado, ya debilitado, no responde. “Esto no va a mejorar pronto. Estamos frente a un cambio climático, y soy consciente de eso, aunque no justifico al presidente (Daniel Noboa)”, dice. Es por eso que ya ha decidido que el próximo año cerrará el negocio para irse a vivir al campo, donde hará zapatos tejidos a mano.
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