Los triunfos de nuestros deportistas en los Olímpicos de París 2024 nos llenan de orgullo y alegría, pero también deben llevarnos a reflexionar sobre las lecciones que nos deja esta histórica participación.

No hay que olvidar las deudas pendientes que el Estado mantiene con los atletas, no desde que suben a un podio, sino desde su formación inicial. El deporte es una herramienta para trascender barreras, fomentar la inclusión y promover una sociedad más comprensiva y abierta a la diversidad.

Superar el clasismo que tanto daño hace a este país y que opaca el esfuerzo de los deportistas, sin importar su origen, es esencial para reconocer y valorar verdaderamente sus logros.

Debemos ir más allá de la admiración momentánea y trabajar para que cada deportista reciba el reconocimiento que merece. Solo así podremos asegurar que el deporte continúe siendo un reflejo verdadero de nuestros valores y aspiraciones como sociedad. Esta es la inspiración que necesitan las nuevas generaciones.