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Alejandro creció en un hogar disfuncional, según las pericias de su entorno social, así como psicológico y psiquiátrico.Cortesía

Joven esquizofrénico evita la cárcel por brutal crimen en Ibarra: será internado

El acusado fue analizado por peritos de Fiscalía y se determinó que padece esa condición. Le detallamos el caso que estremeció a Imbabura

Alejandro se librará del encierro en la cárcel, pero no del Instituto de Neurociencias de Guayaquil, adonde será enviado debido a que padece esquizofrenia paranoide, lo que lo llevó a ser declarado inimputable por el crimen de Jordan León, de 20 años, ocurrido hace siete meses en Ibarra, Imbabura.

Las autoridades judiciales enviaron un escrito el 14 de noviembre para que la entidad guayaquileña lo reciba. Alejandro, de 21 años, está internado en el Centro de Privación de Libertad de Imbabura desde que fue detenido por el descuartizamiento de Jordan.

El procesado no fue recibido ni en el hospital San Juan de Dios, ni tampoco en el hospital Julio Endara, en Quito, tras conocerse su condición.

El joven, oriundo de Santo Domingo de los Tsáchilas, residía en Ibarra, en el barrio Olivo, cuando la Policía lo aprehendió, luego de encontrar, en el baño de su casa, el cadáver de Jordan. Este no tenía el brazo izquierdo, y sus piernas, así como su cabeza, presentaban cortes que indicaban que estuvieron a punto de ser cercenadas. El hallazgo ocurrió el 3 de abril, dos días después de que se presentara la denuncia por la desaparición de la víctima.

El descuartizamiento del estudiante de Ibarra

El brazo izquierdo de Jordan León fue hallado cerca de un basurero en el barrio Olivo, en Ibarra.Cortesía

El caso sucedió la noche del 1 de abril, cuando Jordan se juntó con el grupo de amigos con los que bebía Alejandro, conociéndolo apenas esa fecha. “Él (Jordan) me guio hasta la licorería y me dijo que había perdido sus llaves. Yo lo invité a mi casa para darle posada”, narró el procesado a las autoridades.

Llegaron al inmueble ubicado en las calles Luis Madera y Cristóbal Tobar, en Ibarra. Jordan se sentó en la cama y luego habría acusado a Alejandro de robarse sus llaves, agregó el procesado. “Yo no sé defenderme, él (Jordan) quería agredirme. Cogí el martillo y le di en la cabeza. Me asusté de que se parara y le seguí dando golpes con el martillo”, declaró.

Luego tomó una moladora y le voló el brazo izquierdo, lo llevó hasta un basurero que estaba a una cuadra de la casa y lo arrojó. Cuando volvió al domicilio, puso el cadáver en el baño y comenzó a cortarlo, pero no logró su cometido.

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Al mismo tiempo, un amigo de Jordan presentó la denuncia por su desaparición, según consta en el expediente. La búsqueda se realizó el 3 de abril en varios lugares, hasta que la policía encontró el brazo del joven, el cual tenía tatuajes con letras asiáticas. Eso permitió identificarlo, y con las pericias llegaron hasta el domicilio de Alejandro, donde fue localizado el cuerpo a punto de ser desmembrado.

Además, se encontraron la moladora, la ropa y la mochila de la víctima. Asimismo, un cajón con herramientas, las cuales habrían sido usadas para intentar descuartizar el cadáver, fue recogido como evidencia.

Desde ese momento, Alejandro quedó detenido y comenzó el debido proceso, que aparentemente conduciría a una condena. Sin embargo, durante el transcurso de las diligencias, un diagnóstico derrumbó las esperanzas de la familia de Jordan de ver a Alejandro tras las rejas.

Los problemas familiares del procesado en Ibarra

Las ‘voces’ le dijeron que comprara una moladora para despedazar al chico.Cortesía

Como parte de las pericias, la Fiscalía ordenó tres exámenes. El primero fue sobre el entorno social, y reveló que Alejandro creció en una familia disfuncional, sin la presencia de su padre, y que el consumo de alcohol era frecuente en su hogar.

Sus compañeros de la universidad declararon que Alejandro mostraba comportamientos extraños: solía tirarse al piso en posición fetal y tomarse la cabeza. Además, les apuntaba con las manos, simulando que tenía un arma, algo que con el tiempo sus ‘panas’ normalizaron.

Le practicaron otros dos exámenes: uno psicológico y uno psiquiátrico. El primero fue realizado por una perito de la Fiscalía, quien entrevistó a Alejandro durante ocho horas.

El joven le confesó que no tenía una relación afectiva con su familia y que era víctima de acoso. A los 15 años, comenzó a escuchar ruidos, que luego se transformaron en susurros, hasta que finalmente se convirtieron en voces. “Estas le decían cosas negativas, como que era feo, que era un idiota. Para ese entonces (en la adolescencia) ya tenía ideas suicidas”, narró la perito.

La conducta agresiva, al parecer, apareció durante la pelea con Jordan. Alejandro, primero, escuchó ruidos fuertes en su cabeza mientras discutía con la víctima. Se tomaba la cabeza, se sintió “amenazado”, tomó el martillo y atacó al estudiante, agregó la profesional médica.

Luego, llegaron las ‘voces’. Le decían que fuera a una ferretería a comprar la moladora para cometer el horrendo hecho. Con estos antecedentes, el psiquiatra emitió su diagnóstico, que libró a Alejandro de purgar una condena en la cárcel: esquizofrenia paranoide.

Debido a esto, se realizó una audiencia de inimputabilidad y se determinó que el implicado debe ingresar a un centro psiquiátrico y recibir medicación, ya que su condición no tiene cura y lo acompañará hasta el final de sus días.

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