El riesgo de sufrir prolongados cortes de energía en el país es cada vez más alto. Y no solo por el estiaje y el posible colapso de la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair (que está a merced de la naturaleza), sino también por el mal estado del sistema de transmisión de energía y la falta de otros generadores que suplan la demanda de la población.

Someter a todo un país a la escasez de energía, cuando existen modernos sistemas de generación como la eólica y la solar, refleja una falta de visión de quienes han estado al frente del sector eléctrico. Han dado prioridad a lo superficial sobre lo urgente y necesario para el desarrollo del país. No contar con energía suficiente para garantizar la productividad y el comercio, además de aumentar la inseguridad, condena al pueblo a seguir sumido en la pobreza y el caos.

Ecuador no puede continuar dependiendo únicamente de la generación termoeléctrica e hidroléctrica. También es urgente renovar el vetusto sistema de transmisión eléctrica, que, junto a la precariedad de las redes de distribución, constituye una bomba de tiempo que puede apagar el territorio nacional en cuestión de segundos. No hay energía más cara que la que no existe, ya que su falta genera pérdidas y paraliza el aparato productivo, causando daños irreparables.