La semana pasada, el vicepresidente de la República, Alfredo Borrero, realizó una visita sorpresa a los dos hospitales del IESS más grandes de Guayaquil: el de Los Ceibos, al norte; y el Teodoro Maldonado Carbo, al sur. Para sorpresa de él, no tuvo una muy buena acogida, empezando porque en el hospital de Los Ceibos no le permitieron el ingreso, pese a que se presentó en calidad de médico en un inicio y no de vicepresidente.

La ‘caída’ sorpresa le aclaró al segundo mandatario ciertas sospechas que tenía respecto a estos centros de salud. Pudo percatarse que la operatividad de uno de estos hospitales era solo del 50 por ciento, pese a que en una visita anterior estaba copado de pacientes, y en esa primera visita él había creído que le habían llenado el hospital por el simple hecho que sabían de su llegada.

Esta arbitraria y perjudicial decisión de trabajar a la mitad de su capacidad, haciendo creer a los ecuatorianos que todo está lleno, y muchos rogando por una cama y atención para salvar a sus seres queridos, debería ser sancionada. Es increíble que todavía ciertos funcionarios decidan jugar a ser Dios y peor aún en esta época de crisis sanitaria por la que el país y el mundo está atravesando.

Ojalá que estas visitas se den con mayor frecuencia en los hospitales y se ponga sobre la mesa todas las irregularidades y se aplique todo el peso de la ley a los responsables. ¡Con la salud no se juega!