La tecnología ha sido una herramienta necesaria en tiempos de COVID para todos. Las clases en escuelas, colegios y universidades, el pago de servicios, la difusión de noticias e incluso hasta las teleconsultas no hubiesen sido posibles sin la existencia de plataformas virtuales. Pero para muchos, esta nueva forma de vida virtual no termina de convencerlos, por una cuestión de seguridad.

En otros países los avances tecnológicos no solamente han quedado en la virtualidad. En Estados Unidos, por ejemplo, existen supermercados inteligentes y servicios de limpieza robotizados, pero para llegar a esos niveles de modernización el país del norte ha invertido grandes sumas de dinero para conseguirlo. En Ecuador, por la necesidad de cumplir con nuestras responsabilidades, nos vimos en la obligación de usar ciertas plataformas virtuales, que con el pasar del tiempo nos demostraron no ser seguras. Durante la pandemia han sido noticia frecuente los robos cibernéticos y hasta las estafas virtuales.

El Gobierno ecuatoriano debería ponerle más atención a este tipo de delitos y ser más enérgicos con las empresas, en especial con los bancos, que usen plataformas virtuales. Porque es muy fácil exigir al usuario estar al día con sus pagos, ya que existen múltiples opciones para no pasarse de moroso, pero cuando aparecen los hackers (ladrones virtuales) para cometer sus fechorías, la culpa no es de la empresa y nadie se responsabiliza por lo sucedido. Y el problema principal es que se exige el uso de la virtualidad cuando la seguridad de la misma puede ser vulnerada fácilmente.