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Opinión
Editorial: La tierra del terror
Ya todos conocemos el descontrol y el caos que reina en las cárceles del país. , Dentro de ellas existen dos clases de presos: el que debe pagar para poder hablar por teléfono, conseguir un colchón y sábanas para dormir o que le den seguridad; y también está el que lo orquesta todo, el líder o cabecilla, el abastecedor, el dueño del negocio en pocas palabras, los que exigen dinero a cambio de este tipo de servicios. Son “microempresarios del delito”, y si alguien se opone a pagar por su pequeño “emprendimiento” este corre el riesgo hasta de que le den el vire.
Las personas privadas de libertad (PPL) viven el terror de no saber si cada amanecer puede ser su último día de existencia. Muchos se tienen que endeudar para conseguir el dinero necesario que les exigen, o pedir que sus familiares los ayuden a conseguirlo, porque ahí adentro se paga hasta por seguridad. Lo que sucede en esta tierra de nadie es cualquier cosa, menos un lugar de rehabilitación. Es una ‘universidad’ para perfeccionarse en la carrera criminal que llevan.
Quizás por esto será el repunte de la delincuencia actual, al ‘choro’ que pertenece a una banda de las duras ya no le importa ir a parar a ‘cana’, pues estará con los suyos. Lo peor de todo esto es que no se ve ninguna luz al final del túnel, las cárceles siguen siendo controladas por las bandas criminales, ellos deciden quién entra, quién sale o qué ingresa.