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Opinión
Editorial: Pugna de poderes
El retorno voluntario a clases se ha vuelto todo un dilema en Guayaquil. Y lo peor de todo es que en medio de este ‘tira y jala’ entre autoridades están los estudiantes y sus padres, estos últimos enfadados porque no han sido desoídos por parte de la alcaldesa Cynthia Viteri.
Y la razón les asiste, pues es contradictorio que mientras se habla en el país de una urgente reactivación económica y de volver a la normalidad con responsabilidad para superar el ‘chuchaqui’ financiero y laboral que nos ha dejado la etapa más crítica de la pandemia de la COVID-19, en los buses de transporte, centros comerciales, salas de cine, balnearios, restaurantes, canchas deportivas, entre otros, se permita aforos controlados, pero no para las instituciones educativas.
Pese a que el Ministerio de Educación sustentó el retorno a clases a través de informes del Ministerio de Salud en los que se precisa que los niños y adolescentes no presentan tanta incidencia de contagios, al Municipio de Guayaquil no le importó y clausuró colegios. Tampoco le ‘paró bola’ que los centros educativos cumplieran con el 85 % de la población vacunada con la segunda dosis, entre grupo estudiantil y de docentes; y el aforo de 2,5 metros de área por persona, con un distanciamiento de más de 1,5 metros en los salones.
El efecto de la virtualidad sobre la salud mental de los estudiantes ha sido la cara oculta durante la pandemia. El regreso a la presencialidad resulta un efecto positivo tanto a nivel emocional como académico. Los chicos llenarán los vacíos que este sistema dejó en ellos y acortarán las brechas de aprendizaje que ya existían.