Del primer puerto pesquero de la península de Santa Elena, como era conocido Anconcito en la década de los 80, queda muy poco. Actualmente, es un territorio sobre el que cada semana se derrama sangre y balas.

Las mafias narcocriminales se han introducido en esta parroquia para adueñarse de los territorios, con el objetivo de planificar y desarrollar, sus actividades ilícitas, aprovechando su geografía.

Anconcito ha sido convertida -según expertos en seguridad- en un ‘narcodestino’, utilizado para esconder en sus extensas zonas secas y abandonadas, la droga que luego es enviada al exterior.

Es lamentable que otra localidad de la costa, con enorme potencial turístico por sus acantilados, gastronomía, biodiversidad y playa, caiga en manos de criminales.

Es deber del Estado revertir la situación de abandono en la que están diferentes rincones del país, mejorar las condiciones de sus habitantes y rescatarlos. Tener presencia permanente. Y no solo en seguridad, también en lo social.