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Farándula
Emilio Pinargote: “Soy cien por ciento hogareño”
El presentador dice que no hay nada mejor que disfrutar de su familia. Tiene 18 años de trayectoria televisiva y cree que cada día aprende algo nuevo
Para Emilio Pinargote, presentador del matinal de ‘De casa en casa’, de TC televisión, la frase “del trabajo a la casa y de la casa al trabajo” es su lema, pues dice: “Soy un hombre cien por ciento hogareño, que ama a su familia y disfruta de su trabajo”.
Confiesa, entre risas, que su esposa María Gabriela Piñeyro administra sus redes sociales. “Tiene mi Instagram, WhatsApp, es mi manager y maneja todo”.
Según Pinargote, no hay problema en que su pareja vea su celular, pues entre ambos existe el respeto y la lealtad. “Ella es mi sostén, mi soporte, ese cable a tierra que necesito”, dice.
Por otra parte, asegura que vive y se siente mejor ser humano desde que aleja todo lo negativo de su vida, para así sacar su mejor versión.
“Creo que el ser humano vive en constante evolución, mutación y eso hice en mi vida”, menciona el también animador.
Los excesos en el pasado
Pese a que ya son 18 años de trayectoria televisiva, el joven talento no siente que la fama le haya jugado malas pasadas, pese a que en el pasado sí tuvo una vida de excesos y que hoy han quedado, según dice, en el ayer.
“Nunca me ha afectado la popularidad. Son 18 años agradeciéndole eternamente a la gente que me brinda la posibilidad de todos los días llevarles alegrías a su hogar. El mundo del espectáculo es bonito, pero complicado, hay que tener los pies bien puestos en la tierra para no marearte y cometer equivocaciones, se debe sacar el mejor provecho”, agregó el presentador, quien desde niño tuvo el sueño de ser abogado, ya que le gusta defender las nobles causas.
De su pasado solo le quedan experiencias, recuerdos y sus tatuajes. “Son muchos que incluso perdí la cuenta, pero todos tienen un significado importante, porque soy de las personas que cree firmemente que uno debe tener un por qué”.
El más significativo es un rosario que tiene en su mano izquierda, como recordatorio de su conversión y acercamiento a Dios.