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Al llegar a Guayaquil, Víctor Montaño fue ayudado por sus compañeros porque estaba cansado.Christian Vinueza

Víctor Montaño cumplió su sueño a puro pedal

Los raspones, las ampollas y el cansancio le quedarán de recuerdo, pero tiene la satisfacción de haber cicleado desde Esmeraldas a Guayaquil

Se detuvo en medio de la calle, soltó los pedales y cerró los ojos. Víctor Montaño lloró por un instante. Recostó su cabeza, luego estiró sus brazos y piernas; postura en la que se quedó estático por más de 20 minutos en la bicicleta para personas con discapacitad con la recorrió los 464 kilómetros que separan a Esmeraldas de Guayaquil. Así culminó su proeza por Emelec.

Las inmediaciones del estadio Capwell, en el sur porteño, fueron el escenario que marcó el final de esa ‘locura’ que duró cinco días y cuyo objetivo era demostrar que no hay limitaciones para cumplir los sueños y alcanzar los objetivos.

Víctor, de 34 años, tiene el 74 % de discapacidad física, debido a que una infección a sus huesos comprometió la movilidad en sus piernas y su brazo derecho desde que nació

Millagui, como lo conocen cariñosamente, aseguró que en ese momento estaba consciente de lo que sucedía en el lugar y pensaba en cómo agradecerle a su mamita María Montaño. Solo necesitaba un respiro.

Ella fue su motivación y lo reconfortó cada vez que se le atravesaba un obstáculo o la ruta se ponía difícil, como en los tramos empinados. Aparte que fue la impulsora de la fuerza de sus brazos.

Esto, mientras cerca del centenar de hinchas azules que lo recibieron la tarde del pasado domingo en la Caldera, coreaba las canciones del Bombillo y gritaba su nombre por haber dado una muestra de su valentía y coraje.

En la avenida General Gómez las aficionados lo llenaron de abrazos y besos, como a un ídolo del fútbol. Después de un instante todos se quedaron estáticos a su alrededor esperando que reaccionara.

“La gente pensó que estaba desmayado y me movían, pero en realidad estaba cansado y solo quería tomar aire para tranquilizarme. Escuché todo lo que cantaron y decían, hasta sentí los besos que me dieron (sonrió). Todo esto lo logré gracias a las fuerzas que me dio mi mamá, a quien pienso darle un gran abrazo y beso cuando regrese a Esmeraldas porque la extrañé mucho estos días”.

El cansancio extremo que le hacía jadear sin parar, la cascada de sudor que rodaba sobre su rostro, los raspones en sus canillas producidas por golpes, su ropa desgastada y las enormes ampollas en las palmas de sus manos y sus pies fueron las evidencias del trajín, ‘heridas de guerra’ que se le ocasionaron por no tener los implementos adecuados.

Él armó su ‘cachina’. Utilizó unos guantes de construcción para cubrir sus manos y tener adherencia, usó camisetas y pantalonetas de su amado Bombillo como su uniforme, un casco prestado, unas gafas de playa y su ‘bici’ que pesa 125 libras. Ninguno de estos implementos eran los idóneos para este accidentado recorrido.

“Se me dañó la llanta y un perno del timón se quebró, lo que ocasionaba que tenga fuga y no podía maniobrar bien la bicicleta, por eso en un tramo me caí, no pude controlar la ‘bici’ en una curva. Por suerte no venía ningún carro y solo fueron los golpes. Unas personas de Quevedo que vieron por internet lo que hacía me dieron la llanta, les agradezco mucho, y el timón ahí lo arreglamos como pudimos”.

Estas problemas técnicos no dificultaron el trayecto de Víctor, solo hasta el momento que le tocó atravesar lugares que tenían terrenos con ascensos, puesto que por el esfuerzo físico empezó a sentir calambres en sus brazos. Por un instante pensó en desistir.

“Cuando salimos de Quinindé, provincia de Esmeraldas, me empezaron a doler los brazos, me dieron calambres que no podía moverlos y eso que en la noche anterior (del miércoles 15 de septiembre) me dieron masajes y pusieron suero para recuperar energías”, mencionó.

Para este reto, Millagui contó con el apoyo de dos ‘gregarios’ (en ciclismo profesional, corredor que ayuda a conseguir la victoria a un jefe), Érick Zaldumbide y José Villarreal, y el de un paramédico, Otto Vilela, quienes se unieron para ayudarlo. Además, con el soporte de su ‘pana’ Junior Aranda, que fue el coordinador de este evento.

Con un mensaje positivo alienta a las personas a que se atrevan a realizar sus sueños, porque asegura que nada es imposible, incluso cuando tienes limitaciones.

“Le agradezco mucho a mi amigo Junior y a las personas que me acompañaron y dieron su apoyo en el camino. Sin ellos no hubiese podido lograr esto. A muchos les diría que luchen por sus sueños, que todo se cumple. Ya demostré que puedo hacer estos retos, por eso quisiera meterme a torneos, pero no tengo el dinero para comprar los implementos”.

Se quedó sin ‘chiva’

Víctor contó que su bicicleta quedó arruinada y no tiene una disponible para poder trasladarse. Además, quisiera que esta ‘reliquia’ la expongan en el museo de Emelec, dentro del Capwell.

“Ya veremos cuándo consigo otra bicicleta. Los de Emelec se portaron bien conmigo porque me recibieron y permitieron conocer a los jugadores, sobre todo a Romario Caicedo que es mi ídolo y me ayudó económicamente para lograr esto. Solo les pido una cosa más, que pongan mi bicicleta en su museo”.