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¡Galo Corozo dejó los cangrejos por la pelota!
De ‘peladito’ ayudaba a su padre, que era un conocido cangrejero en Babahoyo. Un día viajó a Quito junto a 200 jugadores y Liga le puso el ojo
De niño, Galo Corozo era un conocido vendedor de cangrejos en Babahoyo. Madrugaba con el triciclo en la estación de buses, donde esperaba que su padre llegue con la carga de la Caraguay, para empezar a gritar ofreciendo el producto por la 27 de Mayo, donde tenían clientes fijos. Pero la vida le cambió cuando empezó a ‘enamorarse’ de la pelota.
Comenzó jugando índor callejero con los amigos del barrio. Luego fue llamado por equipos como Fénix, Puebloviejo, Venecia y Federíos. Hasta que llegó a la selección de Babahoyo y después al combinado de Los Ríos. Participó en varios torneos interprovinciales, logrando ser llamado a la sub-15 de Ecuador, pero se quedó en el microciclo. “Regresé un poco triste a Babahoyo, a seguir vendiendo cangrejos con mi papá Galo Corozo”, confesó el lateral de Macará.
SE FUE A LIGA
Cierto día escuchó que el equipo Fénix se iba para Quito a jugar un amistoso con Liga, con la idea de mostrar jugadores. “Le pedí al entrenador que me incluya en la lista. Entrené fuerte y viajamos 200 muchachos”, recuerda Corozo.
Con 14 años, ese día jugó de defensa central partidos con la sub-16 y sub-18. “Y los dirigentes del equipo quiteño me pidieron que me quede. Pero tuvimos que regresar para pedir autorización a mis padres. Mi mamá se opuso, porque no quería que yo juegue fútbol, peor aún que me vaya a Quito, porque era muy pequeño y le daba miedo que me pase algo”, dijo a EXTRA.
‘PARLAMENTEÓ’ A MAMÁ
Después de convencer a su mamá, Glenda Junco, viajó a Quito y formó parte del cuadro albo, en el que empezó ganando 10 dólares mensuales en el 2014. “Era un incentivo que me daban para el pasaje y tenía que ir caminando a las oficinas a cobrar. Los jugadores mayores me regalaban zapatos y así empecé desde abajo”, contó entre risas.
Luego firmó contrato y su sueldo era de 200 dólares. “Llegó el profesor Fossati y me hizo subir a 500. Con eso yo iba a mi casa y era el platudo del barrio. Me reunía con amigos y nos íbamos a jugar índor, yo ponía el dinero para las apuestas. Pero después mi tío Héctor Corozo me aconsejó que me cuide del peloteo callejero, porque me podía lesionar, y dejé de hacerlo”.
PARA CUENCA
En el 2012 tenía 21 años y fue enviado al Deportivo Cuenca, donde el DT argentino Fabián Frías le dio la oportunidad de ser titular. Estuvo en tierra azuaya hasta el 2017, cuando emigró al Macará de Ambato por pedido de Paúl Vélez. Con los ambateños ha logrado asentarse de titular como lateral derecho.
Pero asegura que pese a ser un futbolista profesional, aún recuerda la venta de cangrejos en Babahoyo. “Cuando voy de visita, paso por el local de venta de cangrejos de un tío y le ayudo... Porque de los orígenes nunca hay que olvidarse”, asegura Corozo.
ASEGURA SU RETIRO
Lo que ha ganado en el fútbol Corozo lo ha invertido en terrenos en Quevedo. También construye un departamento en Esmeraldas, posee un carro del año y ayuda a personas necesitadas. La idea es asegurar su futuro cuando se retire del balompié. Además, en su cabeza se cruza la idea de estudiar fisioterapia y comprarse un bus para meterlo a una cooperativa y ser transportista, cuando cuelgue los botines.