Me da pena decirlo, espero que ella me perdone, pero cuando la mamitis está en una persona es un verdadero problema que puede ser tóxico.

Debo confesar que cuando éramos novios de Pepe -sí, así se actual esposo- él entrenaba en las inferiores, su mamita lo apoyaba, no hay que negarlo.

Pero cuando llegó a jugar de manera profesional el primer año pasó algo que hasta ahora nos reímos, aunque en ese tiempo fue un verdadero dolor de cabeza.

¡Resulta que mi amada suegra fue a cobrar a la oficina el primer sueldo! ¡Sííí! Y en un sobre color manila le dieron el dinero. Eran como 12 millones de sucres, pero solo le daba a mi amado esposo 5 millones y hasta le decía que eso era mucho.

Mi suegra, a quien le decíamos Meti, por metida, comenzó a guardar y guardar el dinero. Vivíamos en un departamento que ella nos arrendaba y ya no sabíamos qué hacer. Entonces le dije a mi maridito que eso de que la suegra cuide el dinero no es justo. Y eso lo hizo durante 9 meses.

La carrera de mi amorcito fue creciendo. Al año siguiente logró hablar con el presidente, que era un señor de pelo y bigote plateado.

Pasó de ganar 12 a 80 millones de sucres, eran los finales de los 90, pero a la suegra nunca se lo dijo. Al próximo año le expresamos que eso de ir a cobrar junto al hijo se veía feo.

Pese a eso, a la suegra se le dio por tres años ‘su parte’, hasta que, por la casa que él se compró en la ciudadela Samanes de Guayaquil, se enteró que ya ganaba más.

Mi marido es buen dato, solo que le tenía un terror a la madre, ¡ojo!, no era respeto, era un miedo de locura.

Lo bueno de todo, cuando salió del equipo y se fue a Quito, el sueldo total ya era para nosotros.