Era un peleador en la cancha, no perdía ni una sola pelota. En realidad todo un ‘macho latino jugador’. La primera vez que lo vi fue en la portada de una revista deportiva. Esa barbita me fascinaba.

Hice lo imposible hasta que fui a verlo cuando salía de un entrenamiento. La verdad es que siempre fui entradora, ojo, nada coqueta, era de las personas que si me gustaba alguien enseguida se lo decía.

Fui dos veces consecutivas a ‘sapearlo’ y le dije que quería ser su amiga; me moría por el tipo. No sabía cómo decirle que me encantaba.

Pero me arriesgué expresándole lo que sentía: “mira flaco, tú me gustas mucho. No me interesa si tienes dinero o no, solo quiero estar a tu lado siempre”.

Fue una locura lo que hice. El ese día me sonrió, quería darle un ‘piquito’, pero con sorpresa me dijo:“creo que vamos muy rápido”. Me aguanté.

Así pasamos unos seis meses. Iba a buscarlo a la salida, él me decía que eso no le agradaba, porque mi apariencia era de una menor de edad, pero en realidad tenía 21 años.

Estaba megailusionada con este romance y comenzamos a ser amigos. Me confesó que era su mejor ‘pana’, pero entre risas lo amaba en silencio.

Quería ser su novia, esposa y hasta hijos quería darle.

Llegó el día anhelado, salimos y nos fuimos a un lugar de la vía a Daule. En mi mente me dije: “al fin me aceptará”. Él siempre fue respetuoso.

En aquel cuarto sacó 4 regalos: un perfume, unas gafas, una crema y un bolso. ¡Wow!, es el hombre ideal.

Me dijo que no quería hacerme daño, que sentía un amor de hermano hacia mí, pero que a él las mujeres no le gustaban, lo quería matar. Lloramos juntos y prometí nunca más verlo.

Han pasado los años y se perdió de mi vista. Todavía lo amo, pero él anda en lo suyo.