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Carmen Chalá, su vida después del judo
La histórica deportista ecuatoriana radica hace 12 años en México, dejó el tatami con un sabor amargo, pero volverá al país en los próximos meses
Es clara. “Hubo una situación que no me gustó y aproveché el momento para retirarme”. Con esas palabras la recordada e histórica judoca ecuatoriana Carmen Chalá se refiere sin dar más detalles del por qué decidió alejarse del tatami en 2011. Desde entonces, han pasado muchos años y para ella ese es un “capítulo cerrado” y tampoco es algo por lo que sufre o sienta rencor.
Múltiple campeona sudamericana, panamericana, así como varias veces medallista en ciclos olímpicos, no resulta descabellado decir que el judo ecuatoriano tuvo un antes y un después luego de su paso por el deporte. Pese a ello el tiempo es ingrato.
“Siempre pensé que terminada mi carrera deportiva sería parte del equipo de judo del Ecuador o de Manabí, pero no. Soy una mujer muy inteligente y busqué oportunidades de trabajo. Cuando llegó el momento le manifesté a la Federación Ecuatoriana de Judo (FEJ) y me fui”, acota radicada por más de una década en San Luis Potosí, México.
Entre los 90’ y 2000, Carmita, como es conocida con simpatía por sus allegados, concluyó una exitosa carrera de 16 años dedicada al alto rendimiento.
Actualmente trabaja en el país azteca para una empresa metalúrgica ecuatoriana, con sede en suelo mexicano. Llegó gracias a la amistad que posee con el gerente general y, aunque no tiene un rol específico, aprendió de todo debido a sus aptitudes y disciplina.
“Antes era jefa de materiales, ahora soy la encargada de la logística. Superviso todo lo que entra y sale de la planta. Materia prima, insumos, producto terminado y también colaboro con la producción. Aprendí todos los procesos”, afirma orgullosa sobre el trabajo que ha mantenido los últimos 12 años. Pero no todo ha sido fácil.
Cuando llegó era la única mujer en la planta, algo que generó rechazo en ciertos colaboradores; sin embargo, por su dulce y carismática personalidad se ganó la confianza de propios y extraños. “Transferí todas mis energías y el amor que aún tengo por el judo en mi trabajo. Pasé a ser la primera en llegar y la última en irme. No fue fácil, pero lo logré y estoy contenta”, dice emocionada en conversación exclusiva con EXPRESO.
Actualmente con 57 años de edad, Chalá recuerda entre risas una de las tantas anécdotas que vivió apenas pisó San Luis Potosí: la conducción.
“Una vez un vecino me dijo: ‘yo la conozco, sí, usted es la que maneja lento’. Y es que la conducción fue mi sufrimiento. Confieso que soy pésima al volante, pero no he tenido problemas mayores, excepto el tener un montón de carros atrás pitándome por demorarme en subir un ‘policía acostado’”, cuenta un poco apenada.
Pese a sus labores, la actividad física es un hábito que Carmita no ha dejado. Antes de la pandemia su jornada iniciaba a las 04:00 porque asistía a un gimnasio antes de entrar a trabajar. Ahora suele ejercitarse desde el hogar.
Cuando se le pide que defina la palabra ‘extrañar’, aclara que esta no está en su diccionario. Recalca que la decisión de marcharse a México fue propia. “Decidí adaptarme a esta vida, a comer chile (picante) y a que me gusten las tortillas. A que el pescado y los mariscos no sean frescos del mar a la mesa. Incluso pasé 4 años que no comí pescado por el miedo de perder ese aroma. Después me dije: ‘no, no puedo venir a un lugar donde yo elegí, para sufrir’”, recuerda tajante la nacida en Carchi, pero criada toda su vida en Jipijapa.
Pese a esto, los días de Carmita lejos de Ecuador están por terminar, ya que en pocos meses volverá a Ecuador. “Todo tiene su momento y el mío en México terminó. Ahora volveré y seguiré trabajando en la empresa Fundametz S.A., donde he sido un apoyo en estos 12 años fuera del judo”, revela.
En el país se reencontrará con su familia y amigos, de entre los que destaca su hermana y mejor amiga, Diana, que al igual que su otra hermana Vanessa, y sobrina Blanca, siguieron sus pasos en el judo.
Al preguntarle sobre qué opina de la actualidad del deporte en el país, Chalá considera que los practicantes de este deporte se han superado en relación a su época, aún así las carencias persisten. Las ha palpado.
“Con Blanca viví lo que he contado. Imagine lo que sentí al ver a mi sobrina, que a lo mejor hacía judo por las influencias de sus tías y que no haya dinero para que asista a un torneo. Podremos tener muchos talentos y niños felices, si el deporte se apoyara desde las bases”, enfatiza.
“Ahora que todo está más modernizado, los atletas siguen pasando por esas situaciones y eso no es correcto. Se supone que la esencia del deporte no son los escenarios, no es la dirigencia, son los deportistas y para ellos hay que buscar más posibilidades”, argumenta Chalá, pionera en realizar campamentos en el exterior en sus inicios.
La tricolor hizo lo que estuvo a su alcance para que el judo creciera y lo consiguió, de ahí que para muchos aspirantes ella es considerada una referente y una revolucionaria en esta rama.
“Lo importante no es lo que yo recibí, sino lo que las nuevas generaciones están recibiendo”, menciona. Y cierra sin temor a perder la humildad de que “en el judo hay un antes y después de Carmen Chalá”.