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Buena Vida

Águeda Pallares, más que una historiadora, una novelistaKarina Defas

Águeda Pallares y su libro sobre el Mariscal Sucre

‘El fuego interior’, publicada con la editorial El Nido, descubre al hombre y al líder de batalla

Actualmente, la casona tiene una antigüedad de aproximadamente 300 años y, sin llegar a ser suntuosa, todo lo que la compone tiene la valía y el particular encanto de una historia propia. Gran parte del mobiliario y obras de arte son de la época. Allí, austero, descansa un pequeño cuadro del victorioso Sucre en batalla. Una obra que cambiaría el destino de la escritora décadas después. En 1968, Benjamín Carrión (escritor, político, diplomático y precursor cultural) gana el afamado Premio Benito Juárez, otorgado por el Gobierno mexicano, laurel que le permite comprar una propiedad en las afueras de Quito, que resultó finca familiar y, posteriormente, el recinto que albergaría a su hija Pepé Carrión y consabida prole. “Hace no muchos años, vino de visita un gringo y al ver el cuadro señaló a Sucre y dijo: ‘El mejor’. Nunca antes le había prestado atención, entonces empecé a leer sobre Sucre y entender su magnitud”.

Pánico escénico

Su hogar ahora es donde está Pepé, su madre (otro tesoro por contar), en un reencuentro de vida ciertamente emotivo. “La pandemia me trajo a ella para no irme más. No fue fácil al principio, pero se ha convertido en una experiencia muy bella”, cuenta, mientras su ensortijado cabello corto, con destellos verdeazulados, se prenden con las luces del flash. “A los 49 tenía todo el pelo lleno de canas y ya no quise pintármelo. En octubre cumplo 73 y me las matizo para no tener canas amarillentas”, revela, con una sonrisa que roza la timidez.

De perfil bajo, desde la publicación de sus novelas, Águeda ha debido enfrentarse a diferentes escenarios: entrevistas, conversatorios, lanzamientos y más, algo que antes evitaba a toda costa al sufrir de pánico escénico. Pero Sucre, el mismísimo Mariscal, le dio alas para volar. “Tenía tiempo con un dolor en los omóplatos, y Juana Neira (escritora y amiga) me dijo un día: ‘El libro te está obligando a salir, a volar’. Busqué el simbolismo de ‘omóplatos’ y tienen relación justamente con las alas”.

En un momento dado de la entrevista, suspira y dice para sí misma: “Dios mío, que esto salga bien”, aunque es una forma de decir pues, sin ser creyente, piensa que existe un algo supremo en el universo.

Guachalá de sus amores

A su abuelo Benjamín Carrión lo recuerda con el abrigo de un hombre cercano que le brindó el amor por la lectura, mientras crecía libre con sus hermanos Martín, Catalina y Manuel, sin la imposición de credo o ideología alguna. Se casó muy joven, a los 21, con Diego Bonifaz, y se instaló en Guachalá en una hacienda con potente historia colonial cercana al majestuoso Cayambe, donde crecieron sus dos grandes amores, sus hijos Gabriela y Rafael. La conexión con la hacienda y la naturaleza que la surcaba llenaba su alma, recorriendo el sesudo páramo andino en largas e inolvidables cabalgatas.

Águeda con un grupo de amigasCortesía

El matrimonio duró 21 años, privilegiando sus buenos momentos, y al tomar otro camino, un curioso cruce del destino la llevó de vuelta a su amada Guachalá, cuando trágicamente su mejor amiga y esposa de Roberto Bonifaz (primo hermano de Diego) muere en un accidente… Con una amistad de muchos años, Roberto y Águeda se reencuentran para no separarse más cinco años después, lo que la lleva de vuelta a la histórica hacienda, en un lindero vecino, donde encontró el sosiego y la felicidad compartida.

Fue allí, refugio por varias décadas, donde descubre unos documentos que guardaba su esposo Roberto, que avivan su incesante curiosidad por la historia. “Era todo el inventario de las propiedades de la familia Ascázubi (parientes de los Bonifaz), muy importante en la élite quiteña de hace casi dos centurias”. La novelista investiga aquel período de Ecuador (de 1846 a 1860) y empieza su travesía por las letras a los 55 años cumplidos, apoyándose en un blog donde posteriormente publica tres novelas que fueron leídas hasta en Hong Kong: ‘El Conde de Cumbres Altas’, ‘Sol de aguas’ y ‘Otra luz’.

Escribir resultó una suerte de catarsis terapéutica para superar el fallecimiento de Roberto en 2015, mientras hacía las veces de profesora de sus dos nietas que vivían en Guachalá.

Sucre, pasión

Con gestos dulces y elocuencia reservada, se enciende al hablar de sus obras. De pronto, su nieta, Julieta Cobo, irrumpe en el salón, anunciando que vienen amigos de visita. Tiene 18 años y todo en ella reluce cual lirio en flor. Fotos van, fotos vienen y Águeda le pide que salga para que no obnubile más el espacio.

‘Todos los caminos llevan a Roma’, reza el dicho y en este caso todo se confabuló para que Águeda estudie, se nutra y escriba sobre el Mariscal Sucre. Se rehusó al inicio, pues el tema parecía intocable dada la notoriedad y trascendencia del personaje, pero acabó rindiéndose a la fortuna publicando ‘El fuego interior’ con la editorial El Nido, de Francisco (Pájaro) y Valentina Febres Cordero, su sobrina. Una novela apasionante que descubre al hombre y al líder de batalla que comandó con éxito más de un ejército alentado por la gloria de la libertad. El tema es tan vasto, que acaba de publicitar el segundo tomo y va por el tercero. Una saga imperdible que ha recibido notorias críticas.

Para lograrlo, Valentina Febres Cordero la condujo a un editor argentino, Mathias Guillán, quien le ayudó a condensar más de 480 páginas para hacer potable la publicación. “¡Fue un trabajo arduo, duro, de un año. Mathias tachaba todo y me tocaba reescribir. Me fascinó cómo me orientó, de una forma resuelta. En un punto me dijo: ‘No eres una historiadora, eres una novelista’. Y el libro ha sido un éxito”.

Cara a cara

¿De dónde viene su nombre?

Es español, de una santa llamada Águeda.

¿Qué viene después de Sucre?

Quisiera escribir sobre Marieta de Vintimilla, una gran mujer increíble.

¿Cómo se dio esa conexión con el Mariscal?

He leído todo lo que existe sobre él, documentos, tomos, libros y las siete mil cartas que escribió, pero al principio era difícil entender su lenguaje… Me costó mucho, hasta que empecé a entender su alma. ¡A los 25 años ganó la Batalla de Pichincha!

Águeda, ¿qué siente con el legado que está dejando?

Simplemente estoy cumpliendo un mandato que continuará. Sé que ningún personaje que venga me impresionará tanto como Sucre.

¿Cuál es su objetivo como escritora?

Quiero que el lector llore, se enamore, huela a campo, ría, se intrigue y se asuste también. Ojalá nos sintamos orgullosos de ser ecuatorianos porque el tesoro está aquí.

¿Qué aprendió de Sucre?

A no desmayar nunca cuando se tiene un ideal.

¿Frustraciones?

¡Muchas! Es un tema de seguridad propia. Me frustra no haber dicho lo que quería decir o no hacerme entender, entre otras cosas.

¿Ha hecho dinero con la publicación de sus libros?

No, aunque he recuperado la inversión. No soy rica, pero no nos ha faltado nada.

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