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Masajistas de la 'Gran Colombia' liberan a guayaquileños de sus dolores y malas energías
Un ecuatoriano, un colombiano y una venezolana se han vuelto atracción del Malecón por sus tratamientos que combinan quiropraxia, reflexología y reiki
A no dudarlo. De la feria instalada junto a la noria y el parque de diversiones, una de las carpas tiene algo que hace que los visitantes del Malecón del Río paren en seco para contemplar su interior.
Y cómo no detenerse a comprobar qué hace un musculoso afroecuatoriano poniendo una de sus rodillas sobre el cuerpo de una mujer que gesticula de alivio y dolor a la vez. Cómo no sentarse a ver a una delgada joven de larga trenza quien, con sus nudillos, frota las palmas y los dedos de pies y manos de gente postrada boca abajo sobre una camilla.
Parece tratarse de un espectáculo circense o teatral pero no lo es. Ambos personajes junto a otro compañero, se dedican a dar masajes relajantes, aplicando diferentes tratamientos y técnicas para aliviar contracturas musculares, oseas y sacar el estrés de decenas de personas que se ponen en sus manos.
Allí, junto a la ría y a unos 300 metros del monumento a los libertadores Bolívar y San Martín, en el área norte del Malecón, estas tres personas nacidas en los países que tras su independencia formaron la Gran Colombia (Venezuela, Colombia y Ecuador), están dedicadas de lleno a liberar a los guayaquileños y turistas, ya no del yugo español, sino de males que aquejan a la humanidad en la actualidad.
Ellos son el ecuatoriano Edison Hurtado, de 52 años, el colombiano Hernando Niño, de 59, y la venezolana Yulica Ascanio (28), quienes por "cosas del destino", como dicen ellos, confluyeron en el Ecuador, se conocieron y decidieron asociarse para dar un servicio que, con la llegada de la pandemia de coronavirus, se ha vuelto muy demandado.
"Ahora que pasamos muchas más horas frente a un computador mis problemas de espalda y columna empeoraron", dice el contador público, Johnny Hidalgo, quien requirió los servicios de este grupo de expertos, que también practica la reflexología y el reiki.
Pero quiénes son estos 'grancolombianos', como les dicen algunos y que están captando la atención con sus terapias sanadoras, en un lugar al que se va a pasear, comer y divertirse, mas no a someterse a algún tratamiento médico
UNA REFLEXÓLOGA LLEGADA DE CARACAS
Ascanio es una caraqueña que llegó al país hace cuatro años con la intención de ejercer aquí sus conocimientos de reflexología, una técnica que consiste en aplicar presión en las áreas de los pies (o las manos) con el fin de relajar al paciente y aliviarle el estrés.
Tan pronto llegó se contactó con un colega de profesión que atendía en la ciudadela Samanes, al norte de Guayaquil y se quedó a trabajar con él. Con el paso de los días conoció a Édison, su hoy compañero de trabajo, durante un curso de masajes.
Fue en diciembre de 2020 que ambos conocieron a su hoy también compañero, el colombiano Niño, y formaron la sociedad para trabajar en la feria del Malecón.
Cuando la gente ve a Ascanio en el stand, cree que es la secretaria o asistente de los dos varones. No cree que alguien con su figura delgada y sus 1,54 metros de estatura pueda aliviar contracturas en cuello y espalda a personas adultas.
"Los hombres, sobre todo, prefieren esperar a que uno de mis compañeros se desocupe para hacerse el tratamiento con ellos. Pero luego, cuando deciden ponerse en mis manos se 'estrellan' con otra realidad", sostiene riendo la joven, quien está casada y tiene un niño de 2 años.
Hurtado, en cambio, es experto en quiropraxia. Lleva 15 años en el oficio y hoy también le mete a la reflexología y al reiki, que son el fuerte de sus dos colegas. "Somos un equipo y nos complementamos", aclara.
HOMBRE O MUJER, IGUAL TRATAMIENTO
EXTRA le pregunta a Hurtado si no es contraproducente que un hombre de su peso y talla imprima su fuerza sobre la espalda adolorida de una mujer y él explica que no hay diferencia entre dar masaje a un hombre o a una fémina y que "suele haber mujeres que tienen una masa muscular mucho más fuerte que la de un hombre".
El otro integrante de este trío es Hernando Niño, otrora diseñador gráfico, quien dejó de su natal Colombia hace 14 años, amenazado por gente violenta a la que no le gustaba su trabajo y opiniones dirigidos contra el narcotráfico y la guerrilla.
"En la carpa yo manejo más la parte energética del ser humano, elimino el estrés, pero vamos aprendiendo la especialidad de los demás, vamos enseñándonos unos a otros", explica este especialista en reiki, ese método curativo de origen japonés que se basa en la creencia de una energía universal que el terapeuta transmite con las manos al cuerpo del paciente para paliar o curar dolencias y enfermedades.
MASAJES CON ROPA Y A LA VISTA DE TODOS
Otra cosa que llama mucho la atención en esta carpa, es que es totalmente abierto al público. El stand no tiene necesidad de atender a puerta cerrada porque como el malecón no permite personas desnudas o semidesnudas en sus instalaciones, los masajistas dan sus terapias a los pacientes con la ropa puesta.
Es uno de los pocos lugares donde se practica esta técnica, que no por ello, dice Niño, el masaje es ineficiente o malo. "Creamos esta técnica del masaje sobre la ropa para poder aplicarlos en sitios como la feria del malecón, Ya si vamos a otro sitios privados, sí pedimos que se quiten la prendas de vestir", advierte.
Por cada masaje este grupo cobra 10 dólares, independientemente del problema o las contracturas que tenga el cliente. Es un precio "accesible" incluso barato, dicen ellos, "porque la idea es tratar de ayudar a la gente".
En un día sábado o domingo reciben en promedio unos 20 clientes.
ADICTOS AL MASAJE
En su trabajo no faltan las anécdotas o situaciones que salen de lo normal. Por ejemplo, este equipo se ha encontrado con pacientes que se vuelven, podría decirse, dependientes de estos tratamientos.
Hurtado cuenta que estando en la feria de Azogues, capital de la provincia de Cañar, un hombre los visitó los 20 días que duró el evento, para que le den masajes.
"Era un señor de unos 60 o 65 años -recuerda el quiropráctico-, necesitaba nuestra pero ya después se le volvió costumbre. Nosotros le explicábamos que no era necesario hacerse el tratamiento todos los días pero él insitía en que lo "torturen", según sus palabras, y como esto no tiene contraindicaciones lo atendíamos nomás".