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Iglesia San Antonio de Padua: Fe y devoción a José Gregorio Hernández en Guayaquil
Los días 27 de cada mes, cientos de personas elevan plegarias al recordado médico venezolano quien será canonizado
Las campanas repican a cada hora anunciando el inicio de un nuevo oficio religioso. Entre el aroma a sahumerio, promociones de efigies y demás objetos, en el exterior, decenas de personas entran y salen del templo católico, ubicado en Urdesa Norte.
Esta iglesia de la Orden Franciscana, que forma parte de la Arquidiócesis de Guayaquil, está dedicada al conocido santo llamado Antonio de Padua, y es uno de los sitios más concurridos en la urbe porteña.
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En septiembre de 1961 fue erigido este espacio dedicado al Siervo de Dios que vivió hace más de siete siglos (falleció en 1231) y trascendió por ser un gran taumaturgo, cuyos extraordinarios prodigios se han difundido hasta hoy, y a quien le piden por cosas perdidas y causas difíciles.
A la entrada, en una urna singular se encuentra una efigie de la Virgen Madre, Puerta al Cielo, la cual cautiva a los creyentes. Muchos se detienen ante el busto, oran, se santiguan. Pasos más adelante, se aprecian las representaciones de unos misterios del Rosario, sobre una pared cubierta de plantas.
La muchedumbre se encamina hacia las gradas para ascender a la iglesia y participar de las misas. Brevemente deben hacer cola mientras bajan aquellos que escucharon el oficio anterior. Desde abajo, se admira la imponente cruz, inaugurada en 2015, en cuya base se lee la oración a la Cruz Gloriosa de Dozulé.
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Veneran a santo venezolano
Es 27 de febrero y, como ya es tradicional, muchos de los concurrentes llegan a esta iglesia movidos por la fe y creencia en el próximo santo de la iglesia católica, el doctor y beato José Gregorio Hernández Cisneros, originario de Venezuela, a quien oran e invocan desde hace muchos años en esta casa de oración guayaquileña, los 27 de cada mes.
A pasos lentos, llevando una efigie del también llamado Médico de los pobres, doña Julia Acuria de Tolosan, confirmó que para ella ya es una tradición ir cada 27 al templo. Lo hace desde 1978, cuando su bisabuela Julia Morales Bolaños, quien tenía 100 años, falleció.
La pariente cerró sus ojos el 27 de julio de ese año y ella acudió a pedir por su alma para que la reciban en el reino celestial. “Desde ahí he sido devota y cada día 27 vengo. Sufro de la columna y en el tiempo del Señor será que yo tenga que operarme”, explicó la devota de 72 años.
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También con un pequeño busto del venezolano en sus manos, descienden Kathy Oñate y su hija Carla, de 32 años. Esta última mencionó que recién habían adquirido la imagen y a los tiempos volvía a la casa de oración.
“Mi mami es devota y de chiquita me traía. Esta vez vinimos, porque ella soñó que el Hermano Gregorio la llamó y que tenía que traerme”. Madre e hija acudieron con fe, para pedir por la salud de la última, quien deben realizarle una operación.
En el salón lleno, los concurrentes escuchan la palabra de Dios y al finalizar el acto sacan las medicinas para la bendición, así como el agua y las imágenes. Después, acuden hasta la efigie del Hermano José Gregorio que se encuentra al costado derecho del altar. La miran, tocan, oran ante la urna en la que también se exhibe una reliquia del médico, enviada desde Venezuela.
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Múltiples plegarias
Al descender, los creyentes se encaminan hacia la capilla dedicada a quien será elevado a los altares. Ante la estatua con unos rosarios en la mano y un par de muletas a sus pies, son múltiples las oraciones y peticiones.
Como adornos, en la reja hay fotos, cartas, flores, rosarios, manillas y un indeterminado número de objetos que representan las causas de las plegarias (piernas, brazos y otras partes) dejado por los creyentes.
Rosa Cantos indicó que tiene como 40 años llegando a orar ante la efigie de quien fue médico y gustaba ayudar a los pobres. “Es una bendición tan grande de que ya sea santo”, resaltó y aseguró que siempre le ha pedido al Hermano Gregorio por su salud y la de los suyos. Como ella centenares de creyentes tienen sus motivos para llegar a la iglesia de San Antonio de Padua o del Hermano José Gregorio.
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