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La historia del hombre que dejó el crimen y se dedicó a Dios: "Yo era Tiguerón"
En el sector de la masacre, religiosos oraban por sus vecinos. Aún persiste el temor
Hace un año, Daniel Francisco Perea Mosquera decidió que era hora de cambiar el rumbo de su vida. Comenzó a asistir a una iglesia cristiana y a predicar la palabra de Dios en las calles de Socio Vivienda 2, donde reside.
La mañana de ayer, junto con otros miembros de su iglesia, predicaba sobre el poder transformador de la fe y pedía que la paz regresara a este sector, en el noroeste de Guayaquil, donde la tarde del jueves fueron asesinadas 22 personas, entre ellas menores de edad.
“Todos podemos cambiar. Yo he estado preso varias veces, salí de la cárcel en 2021; fui detenido en 2019. Pertenecía a Los Tiguerones, pero mi madre me convenció de que dejara lo malo y ahora estoy aquí, convencido de que podemos ser mejores”, aseguró Daniel Francisco, mientras sostenía una Biblia en la mano izquierda.
En la página de la Función Judicial consta que Perea Mosquera tiene nueve procesos judiciales, todos por robo.

En el sector donde se registró la masacre, escasamente se veían personas en las calles. El miedo a que una tragedia similar a la del jueves se repita ha mantenido a los residentes confinados, especialmente a aquellos que viven cerca de la zona de la matanza.
“Yo prefiero quedarme en cama, hemos quedado con ese trauma. Recuerdo que ese día la gente corría, para no ser alcanzada por los disparos. No todas las víctimas eran ‘fichas’, también murieron personas inocentes. Hay quienes corrían y los disparos fueron a sus espaldas. Fue algo descabellante, parecía una zona de guerra”, expresó otra residente, asomada desde su ventana.
Una de las víctimas de esta masacre, la más grande registrada en las calles de Ecuador, fue un adolescente de 17 años de nacionalidad venezolana, cuyo cuerpo aún permanecía ayer en el Laboratorio de Criminalística.
Su madre, quien llegó desde la provincia de Esmeraldas, contó que su hijo, el segundo de sus cuatro descendientes, había llegado a vivir a Guayaquil hace 11 meses y trabajaba como albañil. “No sabía que lo habían matado. Su novia me envió una foto. Se metieron en la casa donde él vivía,” contó.
Entre la tarde del jueves y viernes, los cuerpos de las víctimas de la masacre han sido retirados del Laboratorio de Criminalística. (AEB)
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