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De izquierda a derecha, un retrato familiar de Mary Rose, María Norma, Maritza y Mary Norma.Diego Alvarado / EXTRA

La emotiva historia de la guayaquileña que estuvo a un mes de cumplir 100 años

Su familia la acompañó en todo momento, recordándola por su amor incondicional, su carácter fuerte y sus latigazos en TV.

A solo 32 días de alcanzar el centenario, un hito que su familia anhelaba celebrar con ella, María Norma Moscoso Salazar partió de este mundo. Convencidos de que lo lograría, sus hijos y nietos acudieron semanas antes a EXTRA para rendirle un homenaje en vida, con la certeza de que su historia merecía ser contada.

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Recostada, empijamada y conectada a un cilindro de oxígeno, María Norma parecía esperar en silencio el gran día: el 9 de abril, cuando cumpliría un siglo de vida. Pero en realidad no esperaba; su conciencia ya estaba apagada. Sus ojos, como todo su cuerpo, descansaban demasiado, agotados ya por una batalla de siete años contra el Alzheimer, que ya había alcanzado su etapa final.

María Norma sentada en una banca del Malecón 2000 en el 2013, antes de ser diagnosticada con Alzheimer.Cortesía

Nació en 1925 en Guayaquil, apenas tres semanas antes de que viera la luz Barcelona Sporting Club, equipo del que era hincha tibia, pues el fútbol nunca la apasionó demasiado. Entre Alcedo y 6 de Marzo, en el corazón de la ciudad, vivió sus primeros años.

Madre de 4, abuela de 9 y bisabuela de 7, esta abuelita no formó parte de los 2.738 adultos mayores de cien años o más en Ecuador, según los datos del Censo de Población y Vivienda de 2022.

La vida de María Norma estuvo marcada por su trabajo como estilista -oficio que aprendió observando mientras vendía productos capilares- y una fe inquebrantable en Dios. Sus hijos, fruto de distintos matrimonios, no la ataron a un solo amor terrenal. Hace 57 años, con el nacimiento de su hijo menor, cerró las puertas al romance y se entregó a su vocación como testigo de Jehová.

Sus últimos días, su frágil figura descansó en una habitación pintada de verde, en el quinto piso de un bloque de viviendas del Seguro Social en el sur de Guayaquil. Ese espacio, que fue testigo del lento desgaste de María Norma, también fue escenario del amor incondicional de sus hijas, Mary Norma Moscoso, de 63 años, y Maritza Salguero, de 70, quienes la acompañaron en el último tramo de su camino.

“Era terrible”

“Mi mamá siempre fue una mujer muy luchadora. Nos enseñó que debemos ayudar a las personas y a usar la empatía, pues ella nunca devolvía mal por mal. Lo que más recuerdo es cuando ella me llevaba de la... (rompe en llanto) me agarraba la mano y me hacía jueguitos, como apretándola y golpeándola. A mis dos hijas siempre les hago lo mismo”, dijo Mary Norma sollozando.

Comer helado con bizcotelas en la dulcería La Palma era uno de los placeres que María Norma más atesoraba, según evocan sus hijas. “Ahorraba su dinerito y nos llevaba a todos sus hijos y nietos”, recordó Mary Norma, nostálgica.

Este es uno de los últimos álbumes de fotos físicos que conserva la familia de María Norma.Cortesía

“Pero era terrible”, agregó Maritza con una sonrisa pícara. “Yo era ‘gogotera’, me encantaba cantar y tocar guitarra, y ella lo detestaba, decía que era mundano. Me sacaba a latigazos. Por eso me fui de casa a los 19”.

Nunca olvidará aquel día en que María Norma, con látigo en mano, se apreció en un programa de televisión conducido por el fallecido Pedro Ortiz, interrumpiendo su sueño de cantar en pantalla. A pesar de ese roce, el resentimiento no duró. Años después, Maritza asumió el cuidado total de su madre y la acogió en su hogar cuando el Alzheimer comenzó a manifestarse.

inigualable abuela

Priscila Márquez, de 50 años, la primera nieta de María Norma, guarda un recuerdo entrañable de su abuela como su “compañera de banca”.

“Cuando tenía unos seis años, sufrí bullying y me cambiaron de escuela. En la nueva, tenía tanto miedo que no quería ir. Ella se sentaba conmigo en clase, todas las horas, durante un año entero. Así superé mis temores. Los profesores no le decían nada porque, con su carácter fuerte, nadie se atrevía a reclamarle”, contó entre risas desde Nueva York, a través de una videollamada.

Recuerdo de la familia Moscoso.Cortesía

Gitta Salguero, de 73 años, madre de Priscila, le arrebató el teléfono para compartir su propia anécdota. “Los fines de semana nos encantaba ir a Villamil Playas. Ella preparaba un arroz con pollo enorme, que comíamos en la arena. Nos fascinaba”, relató, adelantando que probablemente viajarían para el centenario de María Norma.

‘Espeluznante’ deterioro

En esta foto, María Norma recién empezaba a delirar en la calle, producto de su enfermedad.Cortesía

Mary Rose Miranda, de 17 años, es la última nieta de María Norma y su “consentida”. Creció bajo su cuidado, mientras Mary Norma, su madre, trabajaba largas jornadas como profesora de inglés. Esta cercanía le permitió ser la primera en notar las señales del Alzheimer.

“Un día, de repente, comenzó a insistir en que la llevaran hasta un árbol que veía desde la ventana porque creía que era mi tío”, rememoró. “Al regresar al cuarto, lo olvidaba y volvía a pedir lo mismo”.

El deterioro avanzó rápido. “De un momento a otro empezó a desvariar y a salir sola de casa sin razón alguna”, agregó Maritza. Mary Norma añadió: “Se obsesionó con mi hermano, porque siempre fue su hijo más engreído”.

Las alucinaciones se hicieron cada vez más frecuentes. “Veía sombras y niños dentro del clóset, pero solo era ropa colgada”, relató Mary Rose. “Ahí empezó a desconocernos a todos. Ahora solo nos dice ‘mami’ o ‘ñaña’”.

Incluso en su confusión, María Norma mantuvo su espíritu desafiante los primeros años de su afección. Desarrolló un gusto incontrolable por salir sola a la calle y subirse a los buses, retando a sus hijas cada vez que intentaban impedírselo. “Se nos perdía y nos daba el susto de la vida”, contó Maritza.

Maritza, Mary Rose, y María Norma en un paseo familiar por el centro de Guayaquil.Cortesía

"No creo que ella esté consciente"

“Solo compraremos una torta y nos reuniremos todos. Nunca le hemos celebrado un cumpleaños tan grande”, cuenta Maritza sobre lo que sería la celebración próxima de su madre. “No creo que ella esté consciente”, añade Mary Norma con tristeza.

Siendo testigo de Jehová, María Norma no celebraba los cumpleaños, pero eso no impedía que sus hijos lo hicieran, aunque fuera en contra de su voluntad. “Recuerdo que le llevaba regalos y ella me decía: ‘¡Maritza, tú sabes que no celebro mi cumpleaños, y aun así me traes esto para llevarme la contraria!’. Yo le respondía riendo: ‘Ay, mamá, si no te gusta, bótalo a la basura’. Entonces refunfuñaba, diciendo que todos los años era lo mismo”, rememora con emoción.

Epílogo

El corazón de María Norma Moscoso no resistió más el 8 de marzo de 2025. Su lucha contra el Alzheimer llegó a su fin.

Una de las últimas selfies de María Norma junto a su hija Maritza.Cortesía

Aunque toda su familia lamenta su partida, Maritza, quien la cuidó día y noche en su hogar, es de las que más siente el vacío. “Tengo una pena muy grande en el corazón”.

Los muebles de la sala aún apuntan hacia la habitación donde descansaba María Norma. Maritza, por costumbre, todavía dirige la mirada hacia allí, como solía hacerlo para asegurarse de que todo estuviera bien. Pero ahora, la habitación está vacía, y esa ausencia le pesa más que nunca. “Ella murió en mis brazos y suspiró el último suspiro de su vida”, contó.

EXTRA entrevistó a una experta para conocer los cuidados necesarios que requiere un adulto mayor de 100 años o más al celebrar su cumpleaños. Identificar si una persona mayor de 100 años está en condiciones de disfrutar una celebración sin que le resulte abrumadora requiere, ante todo, comunicación. Así lo explica Vanessa Zambrano, psicóloga clínica y jefe técnico de Residencias de Adultos Mayores de la Junta de Beneficencia.

Vanessa Zambrano, psicóloga clínica.Cortesía

¿Cómo identificar si una persona mayor de 100 años está en condiciones de disfrutar una celebración sin que le resulte abrumadora?

La comunicación es imprescindible en el abordaje integral del adulto mayor, no solo en lo que el otro quisiera decir o en lo que ellos entiendan, sino en darles un lugar en su propia vida a través de la palabra y la escucha activa. Respetar sus gustos, deseos y preferencias; permitir que sean ellos quienes nos guíen hacia ese apoyo que deseamos brindar para una vida autónoma, a pesar de sus limitaciones. El envejecimiento lleva a los adultos mayores a reconocer y agradecer su vida y a quienes han estado presentes en ella, así como a aquellos que les han brindado cuidado y bienestar. Por ende, la mayoría disfruta de la intimidad de sus relaciones, ya sea con una gran celebración por haber avanzado grandes pasos o con un pequeño encuentro.

¿Qué aspectos deben evitarse en un cumpleaños para no generar incomodidad o estrés en los adultos mayores con enfermedades como Demencia o Alzheimer?

Los adultos mayores con patologías mentales o neurológicas suelen tener un concepto de realidad distinto al de los demás y les cuesta habituarse a su cotidianidad a medida que esta patología avanza. Por ende, es importante que no haya muchos cambios en su entorno o ambiente; esto incluye: cambio de lugar, exceso de personas y ruido ambiental. Estos cambios pueden alterar su conducta y emociones. Tampoco es oportuno aislar al adulto mayor que presenta esta patología, ya que ellos tienen memoria afectiva que, aunque no tengan plena conciencia de la identidad de la persona a quien aman, el cuerpo y las emociones responden a la cercanía o la distancia.

¿Cuáles son las mejores formas de celebrar de manera respetuosa y adaptada a sus necesidades?

Los deseos de la persona mayor deben estar en primer lugar. Una vez que hemos validado el deseo y la forma de celebración, podemos evaluar las condiciones físicas y ambientales, es decir, cuál es su nivel funcional que determina su movilidad. Así, podremos estar atentos a las barreras arquitectónicas, como escaleras y rampas.

¿Cómo puede la familia equilibrar el deseo de festejar con el bienestar del cumpleañero?

El familiar de referencia, de quien recibe apoyo el adulto mayor en las esferas física, emocional y social, es con quien tiene más cercanía y, por ello, puede ser el nexo entre el resto de la familia y el adulto mayor cuando les resulta complejo comprender a los demás. Así, el familiar de referencia reúne la información que le proporciona el adulto mayor y la transmite a los demás miembros de la familia, pudiendo despejar las dudas que tengan, ya que comprende mejor su cotidianidad.

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