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Las calles principales se han convertido en sitios de llegada de extranjeros sin vivienda.GUSTAVO GUAMAN

En el centro de Quito: Pillos mandan en barrio ‘fantasma’

Estudiantes de Medicina alquilaban cuartos pero con la pandemia esas viviendas han quedado deshabitadas. Quienes sí llegaron son los ‘choros’.

Cuando los vecinos de la ciudadela Argentina, en el centro de Quito, escuchan que alguien grita: “¡ladrón!”, todos corren para ahuyentar al sospechoso. Se sienten acorralados por el hampa.

Esta escena se ha vuelto más frecuente durante este año, pero también la venta de drogas en varios puntos del barrio que tiene como vecino al emblemático parque de La Alameda. Los moradores tienen identificados los puntos y casas de expendio, por lo que solicitaron no ser identificados.

“Incluso hay gente que roba en el parque y sube corriendo por la calle Egas para esconderse”, menciona Nicolás, uno de los vecinos.

En esa misma calle hay letreros en los que se advierte a los malhechores que si se atreven a robar serán linchados. “Es parte de la organización de los moradores, porque policía no hay”, asegura el morador.

Estos rótulos se mezclan con las decenas de avisos de ‘Se arrienda’, ‘Se vende’ o ‘Se alquila’, que cuelgan en los balcones. Es prácticamente un barrio fantasma...

Con letreros se advierte a los 'choros' que deambulan por la zona.GUSTAVO GUAMAN

Sin opciones

En la parte norte de este sector se ubica la Facultad de Medicina de la Universidad Central del Ecuador. Sus estudiantes, generalmente de otras provincias, alquilaban los cuartos o departamentos de las viviendas. “Ahora todo está vacío”, dice Nicolás.

Es por ello que los propietarios de los inmuebles han arrendado a quienes han podido. Algunos de estos inquilinos aparentemente son los que ‘meten relajo’ y han cambiado la dinámica del barrio.

Allí además funcionan al menos 17 hostales, sus dueños también ‘se comen la camisa’ por la falta de clientes a partir de la emergencia sanitaria por la COVID-19.

“Además de que no tenemos cómo subsistir, nos toca lidiar con los que intentan meterse en las casas y negocios”, dice el dueño de una de las hostales.

Los espantan a palazos

A pesar de la crisis los locales no cierran sus puertas. “Casi no hay clientes, pero algo sale”, dice Paulina, la dueña de un comedor.

Ella ha experimentado el temor de ser agredida por las desconocidos que deambulan por la calle Egas. “Una vez, un hombre solo abrió la puerta del refrigerador y se llevó cervezas”, cuenta. Para ella no fue una opción enfrentarlo.

Cuando se ha negado a darles comida o dinero incluso ha recibido piedrazos. “Nos lanzan desde afuera del local”, agrega.

En las tiendas han vivido algo parecido. Los maleantes se acercan, estiran las manos y se llevan lo que desean. “Hemos alcanzado a ahuyentarlos con un palo, pero siempre vuelven”, comentó el dependiente de otro de los negocios.

Paulina ha conversado con algunos de ellos –los más tranquilos– y le han contado que quienes pululan por el barrio serían extranjeros. No se sabe cuántos de ellos venden droga.