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Ilustración de la anécdota de las ‘sucas’ de Jefferson BaqueIlustración Miguel Rodríguez / Extra

Carnaval salvaje en Ecuador: Historias de juego extremo que sorprenden a extranjeros

En Ecuador, mojar o jugar de forma brusca, especialmente con desconocidos, puede costar de 15 a 30 días de cárcel

El carnaval en Ecuador no es solo una fiesta, es un ‘campo de batalla’ donde el lodo, la espuma y la tinta son las ‘armas’. En cada rincón del país, las familias y amigos se lanzan a jugar con una intensidad que sorprende a los extranjeros y deja cicatrices temporales en quienes participan.

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Carnaval en la Flor de Bastión

Alexander Cobos recuerda con una mezcla de nostalgia y risas los carnavales de 2023 cuando jugó en La Flor de Bastión, un barrio del norte de Guayaquil donde la lluvia transforma las calles en un lodazal.

“Somos cinco hermanos, nos sentamos a ver qué hacíamos y decidimos que queríamos una piscina”, cuenta Alexander. Con la piscina instalada y el asado listo, la fiesta empezó. “Como llovía, se formaban pozas de lodo y cerca había un riachuelo. Nos fuimos allá con bielas en mano y nos dimos con todo: anilinas, lodo, huevo. Las mujeres contra los hombres, una ‘guerriza’”.

Pero el verdadero reto vino después, cuando tocó limpiarse. “¡Ñaño, para quitarme esa tinta tuve que usar dos detergentes de a dólar y una esponjilla para lavar ollas!”. Para los no iniciados, esa ‘esponjilla’ es tan abrasiva que parece papel de lija. “Era la única forma, porque si te limpiabas muy pronto, te manchaban otra vez. Tenías que quedarte sucio porque si ya te ven sucio, no te joden”, confiesa entre risas.

En otra de sus memorias, recuerda un carnaval en las colinas de la Alborada, donde la diversión se salió de control. “Yo tenía unos 12 años y estaba jugando tranquilo con espuma y tinta, cuando llegaron unos manes del sur con huevo y violeta. Se armó el desastre”.

  • Así ‘carnavaleaban’ Alexander Cobos y su combo familiar en La Flor de BastiónCortesía

    Entre las travesuras, un chico persiguió a una joven que intentaba refugiarse en su casa. “Cuando ella entró, el ‘man’ le cerró la puerta y le machucó el dedo. Pero no fue cualquier golpe, la puerta le cortó el dedo como un cuchillo. Se acabó el carnaval en ese instante”. Pese a los esfuerzos, los doctores no lograron reimplantar el dedo.

    Aventuras en el río Tomebamba de Cuenca

    Jefferson Baque, un cuencano residente en Guayaquil, cuenta una historia que mezcla el clásico juego rudo carnavalero con una dosis de choque cultural. En 2015, junto a sus panas del barrio, conocieron a cuatro extranjeras en el río Tomebamba.

    “Eran tres finlandesas: Irina, Sophia e Ivanka, y una danesa, Rose. Estábamos esperando a unas peladas del conservatorio, pero nos dejaron plantados porque según ellas era ‘muy longo jugar en el río’”, recuerda.

    Pero la fiesta no se detuvo. “Empezamos a jugar entre nosotros, puro hombre, mientras bebíamos canelazos y nos pintábamos la cara con polvo azul. Las gringas pasaron, nos vieron y nos pidieron una foto. Ahí comenzó todo”.

    Las extranjeras quedaron sorprendidas con la tradición ecuatoriana de jugar con agua y espuma. “Terminaron color azul, parecían pitufos. Les gustó tanto que al día siguiente nos invitaron a Guaranda y ellas pagaron el viaje”.

    Allí en Guaranda, “no hubo joda en exceso con ellas, solo besos y abrazos, pero no cuerpeo”, aclara el hombre con humor.

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