Al caer la tarde en el tranquilo Quilloturo, una bruma de misterio envuelve el paisaje montañoso. Este pequeño rincón, conocido por su belleza natural, guarda un recuerdo sombrío: el derrumbe del 16 de junio de 2024, que se cobró la vida de 14 personas, 11 de ellas de la comunidad.

El caserío pertenece a la parroquia Río Verde, en el cantón Baños de Agua Santa, Tungurahua. El desastre no solo arrasó el paisaje y las vidas, sino que también dejó una sombra de duelo entre los habitantes de esta zona cero.

Dos meses después de la tragedia, la leyenda y la realidad se entrelazan en una historia que involucra a los perros y a las almas de aquellos que perecieron en el fatídico suceso. Para honrar a los fallecidos, se han colocado cruces en los lugares donde estaban sus casas.

Quince días fueron necesarios para limpiar lo que se pudo de la montaña de lodo, cascajo y escombros que cubrió el 50 % de la población. La otra parte quedó afectada por las rocas que golpearon las viviendas y el agua lodosa que impidió el cultivo.

Una vez que los socorristas y las maquinarias concluyeron su labor, los residentes, que ahora solo pueden regresar como visitantes para limpiar lo que queda de sus casas y terrenos, han reportado algo peculiar. En noches despejadas y especialmente cuando llueve, los aullidos de los perros parecen retumbar con una intensidad inusual.

(Puede enterarse también de este caso: Quito: Mujer afirma ser visitada por Satanás y experimentar sensaciones 'carnales')

Testigos aseguran que estos aullidos no son simplemente el llamado natural de los animales, sino una respuesta a algo más allá de lo comprensible.

Deysi Chicaiza cuenta que “los perros aúllan de una manera que no se ha visto antes. Es como si intentaran comunicar algo que solo ellos pueden entender”. Ella perdió su casa, un carro que había comprado dos meses antes del deslave, a seis miembros de su familia, y quedó con más de 15 mil dólares de deuda que no sabe cómo pagará.

Otros vecinos afirman que estos aullidos preceden a los gritos desgarradores que escuchan desde la montaña de lodo que aún permanece en medio de la carretera y el poblado. Hay quienes han observado figuras fantasmales vagando por el lugar, así como otras que, desde la profundidad, gritan: “¡Ayuda!”.

Estas apariciones estarían relacionadas con las almas de quienes murieron en el derrumbe, tratando de encontrar paz o quizás advirtiendo a los vivos. Marlene Gómez sospecha que esas manifestaciones podrían ser de personas que aún están enterradas y no han sido rescatadas de la montaña de lodo que cubrió la comunidad. Como Deysi, ella está segura de que más gente quedó sepultada, pero los trabajos se detuvieron por “falta de recursos”.

(Además le contamos: Rincón del misterio: Duendes cantan, silban y trabajan en los platanales de Ecuador)

Este aire de misterio ha dejado una profunda huella en la comunidad. Para algunos, el fenómeno de los perros es un reflejo del dolor profundo, ya que también perdieron a sus dueños y a la memoria colectiva de la tragedia. Otros creen firmemente en lo sobrenatural, interpretando los eventos como pruebas tangibles de que el pasado nunca se va del todo.

Christian Cevallos, investigador de fenómenos paranormales, detalla que es muy posible que se den estas manifestaciones, debido a que estas vidas se perdieron de una forma bastante trágica. “A esto se lo denomina como impregnación energética”.

Según Cevallos, es común escuchar con más nitidez los gritos o los quejidos cuando existen grandes espacios de silencio, muy característicos en zonas como Quilloturo.

“Fue una muerte colectiva y trágica. No fue algo concebido o anunciado (posiblemente como un crimen). Si esto se está dando, es porque efectivamente se quiere dar una señal desde quienes murieron”.

¿Quieres acceder a todo el contenido de calidad sin límites? ¡SUSCRÍBETE AQUÍ!